30 noviembre, 2005

La naturaleza es sabia

Este fin de semana se agrandó la familia. Ya somos ciento y algo.
Pensar que hace diez años éramos solamente Gustavo y yo que empezábamos a remarla con esto de la célula fundamental de la sociedad.
Primero vino Michino (sí, ya sé, re original) nuestro primer gato, después vino la gata Cata, después Sol, más tarde Abril, después la tortuga Lola. Este año se incorporaron Barney (otro gato más) y unos treinta peces tropicales.
La cosa es que el viernes pasado, tipo a las 23,00 hs, estaba mirando la pecera (es más divertida que la tele) y vi dos grandes globos naranjas, eran una hembra de pez espada y una hembra de pez platy a punto de reventar.
Inmediatamente empezamos las tareas de pre parto, acondicionamos una pecera chica, le pusimos plantas para que los alevinos se refugiaran, aireador y calefactor.
Una vez lista la "sala de partos/nursery", trasladamos a las futuras madres. La platy no tenía una actitud muy parturienta así que la devolvimos a la pecera comunal.
Después de la medianoche empezó a parir la pez espada.
Fue un espectáculo hermoso, la madre se quedaba quietita y los alevinos salían de a uno, enroscaditos iban cayendo hacia el fondo, se desenrrollaban de golpe, subían a la superficie a tomar su primera bocanada de aire y corrían a esconderse entre las plantas. A los cincuenta perdimos la cuenta.
Con tanto hijito dando vuelta, la pobre madre comenzó a inquietarse (se imaginan uds. con más de setenta pibes corriéndoles alrededor?). Nadaba como loca esquivando pececitos. Se la veía cada vez más nerviosa, hasta que...
Se tragó tres al hilo.

Quién tenga hijos sabrá que la naturaleza es SABIA.

PD: La platy parió al otro día, pero la aislamos antes de que empezara a administrar justicia por mano propia.

27 noviembre, 2005

Raque-sssshhhh, raque-sssshhhh

Hace un tiempo escribía sobre lo que sentía cuando no podía compartir mis gustos musicales con mis hijos. Hoy, revisando los blogs de la semana, me encuentro con este.

¡Cómo amé a este hombre! ¡Cómo amé su música! Es el día de hoy que su voz me estremece y sus letras siguen significándome. Nunca me hice ilusiones, (o sí, qué sé yo), siempre tuve muy claro que era gay, no me tragué mucho eso de que era bisexual. Pero me atraía, me subyugaba, me podía.

Me reconozco fan de Mercury. Soy fan incondicional de Freddie Mercury.

La primera vez que me enteré de su existencia fue porque Adriana, una amiga que conocí en jardín y terminó la secundaria conmigo, estaba buscando un tema de ellos que había escuchado en la radio. Adriana siempre estaba al tanto de las novedades discográficas, escuchaba mucha radio, mucha música. ¿Qué año sería? ¿El 78, 79? No sé, no me acuerdo.

Llego a su casa y me dice que estaba buscando un tema que le había encantado. El tema decía: “Raque-sssshhhh, raque-sssshhhh”. Ahí mismo salimos a cantarle las frases cósmicas a las disquerías del barrio. No hubo caso, no lo encontramos.

(Es raro, me recuerdo recorriendo las disquerías de Chacarita con el Raque-sssshhhh, raque-sssshhhh. Pero no recuerdo cómo llegué yo a Queen luego de eso). Lo cierto es que Queen llegó a mi vida, y no nos separamos más. Creo que una de las primeras cosas que hice fue anotar en un cuaderno las letras de sus canciones y, con ayuda de un diccionario, traducirlas. (Encontré el cuaderno de marras hace un tiempo. Estaba en casa de mis suegros y Bea me lo devolvió.)

No las traducía palabra por palabra, sólo aquello que no conocía. Como que el significado de esas frases quedaba en mí, dentro de mí.

Ooh, each morning I get up I die a little
Can barely stand on my feet

Esta frase tiene sólo una pequeña anotación sobre la palabra barely. Mi corazón entiende, sabe lo que es no tener ganas de levantarse a la mañana y tratar de encontrar alguien a quien amar.

Ah, los hijos. Tengo que hablar de mis hijos. O de mi familia. No de Mercury y Queen. (¿Seguro que no es mi familia? Si su música corre por mis venas ¿eso no cuenta?)

Leí su biografía cuando estaba embarazada de Martín, la que se basa en lo que narra su última pareja. Escuché Rapsodia Bohemia en el taxi que me llevaba a la clínica donde parí a Tomasito. Fueron los 5 minutos más hermosos de mi vida. Tomás nacía auspiciado por Queen.

En fin.

Intenté mucho tiempo que los chicos escucharan Queen. Tengo TODOS sus discos. No las recopilaciones y sucedáneos que inventaron las discográficas y el mercado. Los que ELLOS grabaron. Ponía uno y escuchaba:

—No, no, sacalo, má. Poné a Vicentino, los Auténticos, los Orozco.

—Puta madre –pensaba yo. Igual me consolaba: por lo menos elegían rock nacional.

Intenté varias veces, sin influenciarlos. Sabía que era difícil, estaba en inglés, no pueden entender sus letras, menos aún como yo las comprendo: con el cuerpo.

Ni bola. Cero onda.

—Y bue, –me digo.– Será música de viejos para ellos.

Un día llega Tomás después de dormir en casa de Luca, su amigo.

—Mamá, ¿te puedo decir una cosa? ¿Vos tenés una canción que dice baicicl, baicicl, y otra que dice uiar de yampion?

(Perdónenlo, para Tomás “Smoke on the water” es “Mocon deuat er”)

Mi corazón entra en taquicardia extrema.

—Calmate, Gragry, calmate. Respirá. Uno. Dos. Uno. Dos.

—Claro, mi amor. ¿Dónde lo escuchaste?

—Claudia lo puso. Nos encanta.

(Claudia, diosa indiscutida. Otra que Santa Rita. Esta es mejor. Logró que Queen entrara por Tomás, si los otros no lo escuchan es porque son sordos. Les va a llenar la cabeza hasta que revienten o lo acepten)

—¿Podés ponerlo mientras me baño, má?

—Sí, Tomi, sí.

Y escuchamos Queen en familia, y lo bailamos. Y me permitieron una selección personal. Y que les explique la letra. Y que se las enseñe en parte.

Y fui tan feliz.

25 noviembre, 2005

Los derechos de los niños

Ya desde siempre admiré a Tonucci, desde sus viñetas y su visión de la educación. Cuando me enteré de su proyecto "La ciudad de los niños" empecé a alucinar. Quise mudarme a Rosario, que me quedaba más cerca que Fano, por cierto. Si el tipo venía a Buenos Aires, yo iba a escucharlo. Ya me estaba haciendo la cabeza el tano este.
Después quedé embarazada. Ahí empecé a notar en el cuerpo a qué se refería el quía cuando decía: "a ciudad ha sido pensada, proyectada y valorada tomando como parámetro a un ciudadano medio con las características de adulto, varón y trabajador (1)". Los taxis van a los pedos, saltan los baches, no frenan suave. El feto se mueve dentro de la panza como una bola de billar haciendo una carambola a 4 bandas. Ni que hablar de asientos en las calles, donde poder estirar las piernas de elefante.
Después parí y tuve que transitar con el cochecito las calles de Palermo llenas de baches, cruzar avenidas esquivando a los autos que se habían detenido sobre la senda peatonal, cruzar por cualquier lado porque a alguna mente despierta se le ocurrió que era buena idea dejar el auto sobre la ochava, bloqueando la bajada para discapacitados (que no las había en todas las esquinas, por cierto). Quise cruzar la calle Dorrego para ir a Cabildo, pero no había pasaje subterráneo o aéreo que tuviera rampa. Una vez cerraron el acceso al tren de la calle Paraguay y yo no podía viajar en tren con mi ñato en cochecito sin una persona de buen corazón que me ayudara a levantar el carro y subir las escaleras.
Las cosas se complicaron cuando Pato empezó a caminar. Se caía de bruces encima de caca de perro, la gente lo pasaba como poste caído (y a veces lo sentaba con el roce), los automovilistas no esperaban que cruzáramos y arrancaban para apurarnos.
Nada mejoró cuando me embaracé. Patricio ya tenía el paso más seguro, se necesitaba más impulso para que se cayera, pero yo no podía alzarlo para cruzar las calles.
El tiempo fue pasando y me dí cuenta de que los subtes de Buenos Aires no son aptos para "personas pequeñas" (y eso que se los compramos a los japoneses, que si hubiera sido a los suecos...). Los pibes no tienen de dónde agarrarse, como no sea en el barrote al lado de la puerta, con lo que se lo llevan puesto en cada estación dos veces: los que salen y los que entran. Sí, siempre están las almas caritativas que ceden el asiento a la madre (muy pocos a los niños, menos aún si el niño tiene más de 4 ó 5 años). Lo cierto que es que mis hijos (11, 9 y 7) hoy no llegan a ninguno de los pasamanos superiores y tienen que aferrarse de los que están a los lados de las puertas.
Las cosas no mejoran en los colectivos, menos aún si los niños van con mochilas con rueditas.
En muchos restaurantes no tienen vasos apropiados, todos con base chica, fácilmente volcables, siempre, pero siempre de vidrio. En alguno me alcanzaron vasos de ginebra, pero claro, aún para los chicos es como hacerse un buche. Ni siquiera eso.
Los mozos se fastidian cuando un pibe tira un cubierto, o la servilleta, o vuelca el vaso. Cosas comunes durante los primeros, digamos, 5 años de vida del cachorro humano.
Ahora, con los chicos grandes, vengo a descubrir cosas que me ponen peor aún. Mucho más enojada. Y no tiene que ver con la accesibilidad de la ciudad, sino con la maldad del género humano.
El otro día, mandé a Martín a comprar comida para un jilguero y una cotorrita. Le dije que preguntara a la veterinaria que lo iban a ayudar. Le dí cinco pesos. Volvió con cincuenta centavos, una bolsita de alpiste y mijo, y como kilo y medio de girasol. Me fui con mi hijo a la veterinaria, la mina me dijo que el nene le había pedido girasol para el loro. Le explico amablemente que mi hijo sabe que lo que tenemos en casa es una cotorrita y que ignora lo que es el girasol, él conoce las "pipas" que a veces come. Muy suelta de cuerpo me contradice, hace un gesto de "qué hincha pelotas esta mina" y me devuelve tres pesos mientras le saca a Martu el kilo y medio de girasol.
Segundo momento, la panadería de mi casa está haciendo una encuesta de atención al cliente. Entre preguntas para calificar la atención, hay un apartado para sugerencias. Pato lo llenó, calificó la atención y la mercadería como muy buenas, pero en sugerencias escribió:
"Cuando viene un chico no lo atienden, lo hacen esperar y atienden a los que vienen después"
En los datos personales no puso los propios, sino los de Mariela. Le pregunté por qué: "Seguro que si lo dice un nene no lo leen".
Tuve el papelito una semana ahí, en la puerta de la heladera. Lo leía cada vez que entraba a la cocina. Al final me decidí y agarré el papelito, le pedí a Pato que me acompañara y fuimos a la panadería.
Pedí hablar con la encargada del negocio. Le doy a leer la crítica que les hace un pibe de casi 11 años. La mujer se toma el trabajo de leerlo, pide disculpas y le habla a Patricio.
"¿Sos vos? Mirá, cuando vengas a comprar, acercate al que esté atendiendo y decile lo que querés comprar. Ahora te conocemos y sabemos que vos venís", se dirige a mí y me dice: "No estamos acostumbrados a que vengan chicos solos a comprar, entonces pensamos que están acompañados de algún adulto. No volverá a pasar. Yo pondré el papel en la urna y tendremos en cuenta lo que nos dice."
Le agradezco, beso a mi hijo y lo dejo comprando.

24 noviembre, 2005

Buscando la fórmula

Mi casa es verdaderamente un gran quilombo.
Uno intenta abrir la puerta y ésta, a mitad de camino se traba con algo (barbie, bebote, autito, etc.), por lo cual hay que entrar de costadito y metiendo panza.
Habiendo franqueado el primer obstáculo, uno debe caminar por la galería mirando atentamente para no tropezar con mochilas o luncheras, ni resbalarse y pegarse un flor de golpe por haber pisoteado algún ladrillito.
Siguiendo el camino hacia el living, habrá que rezar para que las niñas no hayan bañado a Luli en su bañera musical, ya que de haberlo hecho, se tendrán que extremar las precauciones para evitar las caídas (cerámica + agua= romperse la crisma).
Si uno pudo sortear los mencionados inconvenientes y quiere tirarse un ratito en el sillón para descansar de tanta tensión, primero tendrá que despejarlo de dibujitos, cartas, ropita de muñecas y algún pote de serenito vacío. Idem si uno quiere sentarse a la mesa para tomar un café.
Ahora bien, si llega la hora de preparar la comida y uno tiene que encender el horno, primero deberá verificar que en la parrilla no se encuentre durmiendo la tortuga ni que dicha parrilla sea el escondite de los power de la cajita feliz (confieso que cociné un par de muñecos).
Ya en este punto, a mi particularmente, las tarlipes me llegan al subsuelo.
Empiezo las maniobras de persuasión para que guarden cada cosa en su lugar. De nada vale entonar la estúpida cancioncita del jardín, solamente funciona ahí. Tampoco sirve pedir por favor, proponer la actividad como un juego compartido, decir lo contenta que me voy a poner, dibujar una princesa triste por el desorden, emparentar el quilombo con las cucarachas (qué bajo he caído!) ni ponerme a los gritos. A veces me da resultado agarrar una bolsa de consorcio, la escoba y amenazar con que barro y se va todo a la basura.
Generalmente la cosa termina con ellas guardando un chiche (viste mami que ya guardé!!), y el resto en manos de Gustavo y mías.
Antes de dormir queda todo en su lugar y al otro día, en cinco minutos, otra vez el mismo quilombo.
Así que si alguien tiene la fórmula para que los chicos guarden sus cosas, porfi, chiflen. Se aceptan sugerencias por más drásticas que sean.

21 noviembre, 2005

La solidaridad existe

Y sí. Hasta en los colegios de Palermo :P
Les cuento. Todos los años, para esta fecha, el colegio de los chicos organiza campamentos para cada grado. Al principio se hacían en el campo de Kuky y Roberto, después (por inundaciones y demás accidentes climáticos) tuvieron que buscar y contratar diferentes lugares para los campamentos.
Claro que, para estas fechas, también hay que pagar matrículas y los cumples de Pato y Martín, por lo que este año Luis y yo hablamos con los chicos y les dijimos que el presupuesto no daba para todo. Los chicos lo tomaron muy bien. Avisaron en el colegio y jueves y viernes le tocó a Martín quedarse en casa mientras sus compañeros se embarraban en Ezeiza. Mañana y pasado es el turno del campamento de Tomás y jueves y viernes el de los de quinto.
Hete aquí que hoy llama Sandra, la mamá de un compañero de Pato, diciendo que los padres querían pagarle el campamento como regalo de cumple. Casi al mismo tiempo recibimos un llamado de Karin, con idéntico ofrecimiento para Tomás (aunque no tiene que ver con el cumple, que fue en junio).
Estos gestos hacen que el día de hoy valga la pena. Es como un masaje al alma ¿no?

el sencillo secreto de los matrimonios duraderos

—Ma, ¿vos por qué te separaste con mi papá(sic)?
—porque no estábamos de acuerdo en muchas cosas, sobre qué queríamos para nuestras vidas y qué nos parecía importante
—pero eso no tiene nada que ver, ¿viste que los papás tienen que dormir juntos?
—sí
—bueno, de cada lado de la cama cada uno tiene una mesita y ahí pone sus cosas. Cada uno sus cosas de su lado ¡y así no hace falta que se pongan de acuerdo!

Mi hijo se expresa

Sin necesidad de arduas negociaciones (cuando el dinero no está no hay mucho de qué discutir), mi esposo y yo decidimos cambiar a nuestros hijos a la escuela pública.
Llegó el momento de comenzar a hablarlo con el mayor. Dentro de pocos días terminan las clases y él debe y necesita comenzar su duelo. Las despedidas.
Mientras conversábamos, mi hijo me dijo que quería escribir algo, pero que yo me iba a enojar. Le dije que no, que sabía que estaba muy triste y enojado, y que podía escribir cualquier cosa que sintiera. Que jamás me iba a enojar por algo que él expresara. Así que me escribió, con su letra indecisa y su ortografía constructivista:

"MALA, DESEREVRADA, PELOTAUDO"

Luego me explicó el "pelotauda". ¿Cómo se dice pelota en inglés? "Ball" -respondí yo, y me dí cuenta: Bol...udo.
Más o menos, ya sabemos qué piensa y siente sobre el cambio de escuela.


19 noviembre, 2005

jingle bells!!


Algunos amigos me sugieren, cándidos, que le hable a Lucía de la navidad. (sí, es una historia de cuando todo está de estreno, cuando el hijo es el primero...) .Un viejo conocido de mi granny, me cuenta que un santo (cuyo nombre olvidé), dijo que dios no puede pecar ni aún queriendo: distraído, espantado o simplemente azorado por su consecuencia lógica, cortó su razonamiento en este punto. Como me molestan extraordinariamente las ideas detenidas por el miedo, seguí pensando y noté que de ello puede deducirse la superioridad humana sobre el omnipotente demediado: nosotros, mortales, podemos más que dios, podemos pecar!!. Si lo evitamos no es por nuestra incapacidad para realizarlo sino por decisión, en la mayoría de ocasiones más atrabiliaria que arbitraria.
Los antiguos consideraban los últimos días del año como un tiempo de purificación, idea compartida con los mayas y con alguna de la moderna literatura autoadyuvante. Aunque los primeros no dejaban de ser unos campesinos ilustrados, los segundos guerreros ritualistas, y los últimos gente de escaso saber y entender, ni amigos de Platón ni de la verdad, la fuerza centrífuga de la memez me lleva a estar más cercana a la austeridad en éstos tiempos que a la alocada y obligatoria felicidad de los fastos propios de estas fechas. (Hace 20 años no, pero ahora es impresionante lo temprano que empieza todo el adornaje!). Pude reflexionar sobre todo ésto con cierta frialdad hasta el momento en que mi tierna infante aparece en escena.
Detesto ahora como antes la cantidad ubérrima de celebraciones empresariales anuales a las que siempre falto, cenas de renovación amical, convites de parientes familiares, apuestas con la fortuna siempre infortunadas, agasajos obligados a quien no lo desea o no lo merece, y demás excesos que sólo una voluntad férrea y un cuerpo disciplinado consiguen evitar (se imaginan que no eran ni hace 20 años, ni ahora, los míos).
En aquella época cuando Lucía tenía 5 yo tenía 20 y la verdad es que no me parecía tener una voluntad férrea ni ideas tan claras. Tonces, Lucía, celebra la navidad. Lucía, pues, celebra el año nuevo. Lucía, pues, celebra el día de reyes. Es decir, recibía regalos en navidad, recibía regalos en su año nuevo, y por qué no, también los recibía en reyes.
¿Alguien cree que mi retoño pudo superar anualmente semejante desmesura de buen modo? Si lo creen, díganmelo, para que pueda desmentirles con pruebas que alargarían en exceso lo que brevemente puede ser dicho: no.
Convertida ya en casi vieja como soy ahora, no vuelve a pasarme lo mismo. Me encanta ser sabueso de los indicios de sanidad mental que mis hijos siembran para que yo los abone, los alimente y los recoja. Entonces no me quedó más remedio en la nueva tanda de niños, que agarrarme a un clavo. No, ardiente no. A un clavo clavado en una cruz. No teman. No sufrí una crisis espiritual, ni me fue revelada la verdad. Mas bien tuve que escarbar en sepulcros embellecidos por la historia para intentar que nazca en mi hija menor y su hermano algo más parecido a una contradicción.
Hará unos tres años, Laura me pidió visitar al niño Jesús. En persona, no en foto ni en figurita. Azorada, aunque inicialmente me tentase el viejo truco de la maniobra dilatoria "ya iremos a visitarlo otro día", tuve que decirle que eso era imposible. El niño Jesús había muerto ya, hacía mucho, mucho tiempo, crucificado por sus malvados enemigos. Ni una princesa valiente, ni una madre abnegada, ni un padre omnipotente, ni sus amigos, escasos pero fieles, ni la justicia, ni la razón, ni el cazador de Caperucita lograron salvarlo. Desconsolada e inconsolable lloró escasos minutos, los suficientes para entender que toda celebración oculta el dolor, pero no lo hace desaparecer. Después, me hizo prometer que le contaría la historia del niño Jesús con todo detalle. La empecé, aunque le hice ver que era excesivamente larga para sus cuentos nocturnos y que la completaríamos en sucesivos capítulos. Reticente, aunque conformada, sólo pidió una cosa: cambiar esos extraños romanos y los no menos ajenos escribas y fariseos por un enemigo reconocible, plausible para su mundo. Ustedes ya la conocen suficiente: su confianza en el poder de la narración, de la palabra, es ilimitado, y siempre termino derrotada ante su fe. Así es que durante un tiempo suspendí todo trabajo para enfrascarme en la escritura de un nuevo texto apócrifo: el Evangelio del Lobo Feroz.
Ella lo ilustró.

18 noviembre, 2005

Clase de educación sexual

-Solci, por qué los papás no tienen bebés en la panza?
-Sos tonta! No ves que no les salen por el agujero del pito, es un agujero muy chiquito.
-Ah!! (se admira Abril ante la sapiencia de la hermana)
-Los papás tienen esos "tozoides" que se juntan con los de la mamá en la panza para hacer el bebé.
-Ah!!(cada vez más admirada)
-Entendés? Yo antes era un "tozoide" y vos también.
-Si, pero vos eras un "tozoide" malo, por eso siempre me andás pegando.

CRIAR Y MATAR LA INOCENCIA

Alan siempre fue un niño con un mundo interior maravilloso. Un niño que puede pasar horas en aparente silencio, jugando con sus muñecos y monstruos, pero que de verdad está inventando mundos, historias, fantasías.
Sin embargo, en el mundo real es un chico escéptico. Nunca le cerró la historia del Ratón Pérez, le pide a los magos que le enseñen los trucos, no le gustan mis divagues (yo empiezo con que en verdad soy una extraterrestre recién llegada a este mundo para buscar niñitos que puedan alimentar a mi especie, y enseguida trato de comérmelo, algo que bien le gustaría a Freud), y él me dice: "mamá, no inventes". Entonces no invento. Como es un niño escéptico, entonces, las historias de Papá Noel y de los Reyes Magos siempre le provocaron dudas.

Cada vez que él me preguntó si Papá Noel o los Reyes existían, mi respuesta fue: -¿Vos querés que existan?. Y como él me respondía que sí, yo le decía que sí, que existen. Mantuvimos este juego durante 6 años, pero ahora ya tiene 7, y le preocupa por qué Papá Noel, si vive en un mundo en el que todo es posible, no puede gastar más de treinta pesos en un juguete. Entonces vuelve a la carga. Algunos amigos ya le están pasando información, y él necesita preguntar: -"¿Papá Noel existe?" La que duda ahora soy yo. Ya tiene 7 años... si sigue creyendo, ¿los amigos no se burlarán de él? Y además... ¡no! ¡Papá Noel no existe! Mi judeidad se rebela contra la idea de la Navidad y de Papá Noel. Él sabe que yo no festejo el 25 de diciembre. Que sólo "acompaño" a su papá. Sabe que su papá y yo respetamos nuestras religiones y aceptamos nuestras diferencias. Pero que ni yo he adquirido un gramo de catolicismo por casarme con su papá; ni su papá, a pesar de gustarle el guefelte fish, se ha hecho judío (aunque una vez sus cuñados le presentaron a un mohel, en broma, y él se puso violeta). Entonces tomo aire y le pregunto: -"¿querés que te diga la verdad, aunque duela mucho?". Él dice que sí. Se le nota en los ojos. Quiere saber la verdad. Quiere que lo trate como a un niño grande. "-No mi amor, los regalos los dejamos los papás".
Su carita se desarma, y a mí también me duele. Está notablemente frustrado, porque ahora sabe que no podrá pedir ese juguete caro que quería. Hacemos un pacto para que su hermanito no se entere. Él acaba de crecer. Guardar un secreto es parte de su nueva madurez.

Al día siguiente, se ve que lo ha estado pensando, vuelve a preguntar: "-entonces los Reyes... ¿también?" Y yo le digo que sí, sin palabras. Y él sabe de qué se trata. No hay marcha atrás. Es un duelo y tendremos que superarlo juntos. Este año, por primera vez, él sabrá que no hay magia. Y yo lloro sin lágrimas por el pedacito de inocencia que le he matado a mi hijo.

16 noviembre, 2005

me costó encontrarla!!!!!


Acá las hadas mayores cuando niñas. Yo y mi prima Sue a los 8 años.
La estuve tratando de encontrar desde el día en que apareció la foto contemporánea de haditas....
Me impresiona lo seria que fui siempre, pero además recordé el enojo que tenía ese día porque se suponía que mi la parte de arriba tenía que tener manguitas cortas, pero mi madre nunca respetaba "exactamente" la consigna. Ya había llorado un buen rato, Sue estaba enojada porque mi llanto había logrado que llegáramos tarde al evento.
1972. Londres.

15 noviembre, 2005

Anteojitos

Para mi escribir siempre fue terapéutico. En los momentos difíciles corro a buscar una lapicera/lápiz , un papel, y escribo hasta que las palabras me completan, me llenan el agujerito que me abre la vida.
Hasta hace poco era una práctica solitaria, de sesión personal, pero ahora hago esta especie de terapia de grupo que es postear.
Y queridos compañeros de grupo, hoy necesito volcar mi angustia para mitigarla.
Ayer por la tarde llevé a Sol al oftalmólogo por segunda vez, para que le hicieran unos estudios. Nunca tuvo problemas en el jardín, pero en casa mira la tele muy de cerca. Teniendo en cuenta los antecedentes de miopía familiar decidimos que lo más acertado era consultar con un especialista. Resultado: tiene que usar anteojos, a los cinco años desarrolló casi el mismo grado de miopía que alcancé yo a los cuarenta (y es bastante).
Tengo un nudito en la garganta porque la cabeza se me dispara, pienso que la miopía es progresiva y que cuando sea más grande no va a ver un cuerno, que va a estar atada a los cristales el resto de su vida, que va a estar limitada para un montón de cosas, que por ahí va a ser blanco de burlas crueles, que sus hermosos enormes ojitos árabes van a estar ocultos por un par de vidrios.
Y esta angustia que me inunda es por no poder hacer nada para evitarle todo eso.
Creo que esto que me pasa es parte del crecimiento que nos toca a nosotros, el crecimiento como padres, el aceptar las limitaciones y que no vamos a poder protegerlos de todo.
Creo que forma parte también del acostumbrarse a dejarlos ir paulatinamente hacia la vida, cada chico con su forma, su personalidad, sus carencias, sus potencialidades, a hacer carne la experiencia propia.
Difícil tarea la nuestra ¿no? concebir y parir a los hijos y despegarse de ellos lenta y contínuamente en un movimiento sin fin, acompañándolos muchas veces como espectadores mudos en su proceso de individuación. Sufrir por el sufrimiento de ellos sin poder ahorrárselo, aún sabiendo que el sufrir también hace al ser en sí. Y amarlos incondicionalmente, con un amor que a veces es tan intenso que duele. Dios! qué jodido que es ser padres!

Pero bueno. Basta!! Al fin de cuentas yo estoy re angustiada y ella... ella está chocha porque va a usar anteojitos.

14 noviembre, 2005

Miedos

El viernes caótico de la cumbre en Mar del Plata se me acercó Sol, visiblemente asustada.
-Má, van a poner una bomba!
-Quién va a poner una bomba?
-Me dijo Nico que Bush va a poner una bomba, en el subte. Quién es Bush?
Puteé por lo bajo a Mr. President, al periodismo, al amiguito del jardín que le dijo eso y le expliqué que lo de la bomba eran cuentos (creo), que Bush no iba a poner nada, que era un presidente y que se había reunido con otros presidentes para charlar. Le conté que había gente medio tonta a la que le gustaba asustar a otra gente diciendo lo de la bomba, pero que no pasaba nada.
No le dije nada de Medio Oriente, Saddam, Bin laden, el petróleo, las torres gemelas, etc. etc. Para qué? Ya para asustarse con esas cosas estoy yo.
Ella se fue tranquila a jugar con su hermana y yo me quedé pensando, como siempre.
Regresé a mis cinco añitos e inspeccioné mis miedos de entonces: la oscuridad, los vampiros (flor de cagazo con el Drácula ese!), cuentos de fantasmas (que me encantaban), el diablo que aparecía a las doce en punto en el espejo, pero nada tan real como una bomba en el subte, nada tan violento.
Me da impotencia que el objeto de su miedo esté ahí, estirando la mano.
A mi me pasó tener un mundo color de rosa hasta más o menos los ocho/nueve años y más tarde encontrarme con secuestros, desaparecidos, grupos de tareas, centros de detención. Fue un encuentro realmente brutal.
Por eso pienso, tal vez para paliar la impotencia, que quizás sea mejor que perciban al mundo tal cual es, porque al fin y al cabo es lo que les toca, y es mejor que se acostumbren desde ahora y no que vivan anestesiadas adentro de una burbuja.
Pero igual me dá bronca que la violencia las toque aunque sea de costado. Son muy chicas, son mis bebés!!
Y por ahí esta bronca es nada más que instinto materno que busca proteger a la cría. Por ahí es bronca por que nos han cagado el mundo. Por ahí es bronca por el propio miedo. Por ahí es una mezcla de todo.
Y a lo mejor la respuesta sea tratar de equilibrar las cosas ¿no? Mostrarles que no todo es malo y violento, que aparte de Bush existe gente que se preocupa por los demás, que existe la solidaridad y que somos más los que optamos por la paz que por los intereses económicos.

Igual me da bronca, Bush y la que te parió!!!!

10 noviembre, 2005

DESCARGA EMOCIONAL

Colegas, correligionarias, compañeras, camaradas: estoy con un nudo en el estómago desde hace unos días, y me pareció terapéutico (y económico, por qué no), descargarme acá y esperar consuelo y alguna palmadita en el hombro. El tema que me angustia es que ya no puedo seguir pagando la escuela de los chicos, que seguro volverá a aumentar para el año que viene, que no puedo seguir pagando ni bancando los miles de extra que pide la escuela, como si los padres fuéramos meras alcancías (teatros, micros, excursiones, regalitos, actos escolares, invitados, libros, etc, etc), y tengo que decidir qué hacer.
Yo fui toda mi vida a escuela municipal. Mi mamá, maestra, era y sigue siendo defensora de la escolaridad pública, gratuita y laica, y yo siempre pensé que también mis hijos recibirían esa educación pluralista. Las cosas cambiaron, por supuesto. No voy a extenderme sobre cómo se vino abajo la escuela pública, los paros docentes, etc. Sin embargo hay una escuela a dos cuadras de mi casa (¡dos cuadras!) que tiene muy buena fama. La esc. República Oriental del Uruguay, del barrio de Flores (¿alguien la conoce?). Hasta ahora el problema parece sencillo de solucionar. Tengo una buena escuela gratuita cerca. Pero... mis hijos van a la escuela actual desde sala de 1 año, es toda una vida. Tienen muy buenos amigos, están contenidos, el proyecto educativo es bueno, todo me gusta ahí (bah, casi todo). Tienen además, en la primaria, tres tardes obligatorias, lo cual me ofrece un poco de respiro. Pero sigue aumentando...
Y sobre la escuela pública, no conozco a nadie, no sé cómo es el ambiente social (y digamos la verdad: elegimos la escuela de nuestros hijos en relación al medio social), no puedo pedir que me "vendan" el proyecto como lo hace una escuela privada, que te lleva a conocer cada rincón, es jornada simple... y no sé qué hacer.
Acepto sugerencias, opiniones, y ayuda moral.

El infierno tan temido

Cuando se acerca esta época del año, aparte de calor, a mi me agarra una "cosita".
Es que debo confesarlo, tengo una pequeñita fobia (diagnosticada por mi) que no me jode para nada, no me hace síntoma, hasta... que se perfilan en el horizonte las vacaciones.
Si, tengo miedo de hacer viajes largos en auto/micro. En realidad lo que tengo es miedo de estrolarme, morirme y dejar huérfanas a mis hijas, o peor aún, que se mueran ellas y me dejen huérfana a mi.
Como nada en este mundo es unívoco ni unicausal, contribuye a mi pequeñita fobia estacional una pequeña obsesión (también diagnosticada por mi) de Gustavo. Es que mi marido, cuando se trata de las nenas, se pone un poco extremista en cuanto a los cuidados (la verdad, es un hincha pelotas!!!).
En caso que yo pudiera superar el miedo a viajar (la farmacología ayuda) fantaseo la "escenita" de la playa (porque todos quieren ir a la playa) y me da un ataque de pánico.
La escenita en cuestión sería más o menos la siguiente:
Vamos a la playa cargados con sombrilla y carpita para proteger a las nenas del sol (cómo si fueran a quedarse quietitas ahí abajo!), bolsito con : gaseosas que nunca tomarán porque -Esa es fea quiero la del cocacolero!, sanguchitos que nunca comerán porque -Marce! cómo les vas a dar eeeeso!!!???, no ves que tienen un granito de arena, aparte fijate, se cortó la cadena de frío, deben estar llenos de escherichias coli, tiralos, haceme el favor; llevaríamos también varios pomos de protector (por las dudas) que nunca se pondrán porque -Mamá, esto es una porquería, se me queda la arena pegada!.
La cosa seguiría con el tema del agua
Nenas -Quiero ir, quiero ir.
Gustavo -No ahora no que hay mucho sol y la capa de ozono está re jodida.
Nenas- Quiero ir, quiero ir.
Gustavo- No que el agua debe estar fría, a ver si les agarra broncoespasmo
Nenas (revolcándose por la arena y llamando la atención con los gritos) -Quiero ir, quiero ir.
Gustavo (incómodo por la mirada de todo el mundo)- Tá bien, vamos.
Marcela-Eh! ya volvieron, tan rápido?
Gustavo -Es que el agua esa es una mugre. No se pueden meter ahí, a ver si se pescan algo.
Nenas (aullando) -Sos malo, malísimo, malísimooooooooooooooooooo.

Ya en el departamento la tragedia griega seguiría con el mismo tinte. -Che, Marce, herviste el agua? Viste que acá la cloaca desemboca cerca .
-Pero si compramos agua mineral.
-Ya sé, pero para lavar los platos te digo. Por qué dejaste la ventana abierta?
- Porque están haciendo 39ºC.
-Pero no tienen protección, mirá si se caen. Y si entra un murciélago rabioso y las muerde?
Llegado a este punto de mi fantasía (no exagero, se los aseguro) lo que me agarra es miedo de dejar a mis hijas sin padre, ya que caería por esa ventana abierta, y sin madre, porque me meterían en cana.
Y la verdad, que entre mi fobia y su obsesión, prefiero quedarme a sudar la gota gorda en Bs.As.

Pero, siempre en mi vida hay un pero, veo a las nenas que juegan a que van a la playa, que la bañadera es el mar y me da un no sé que difícil de explicar.
Por ahí este año me animo, me apropicuo una dosis quincenal de pastillitas "todomechupaunhue" y me largo a la aventura. Total, tengo todo un año en el trabajo para reponerme.

08 noviembre, 2005

obvio!!

Vamos en el auto hasta Tandil, Maneja Carolina y yo de copiloto. Atrás Luciano, Juan y Martin a sus cinco años.
Charlábamos, las chicas, sobre alguna amiga que estaba conociendo a alguien y los detalles más sabrosos los contábamos en cierta clave para evitar shockear a los niños...
- Y?? cómo les fue? te contó?
- sí, parece que el muchacho tiene un problemita de conducta pero bueno...
- es al principio, después va a andar todo mejor, necesitan conocerse, además semejante minón, pobre pibe...
- pero le gustó igual, dice que el estuvo muy trabajador, para compensar
De golpe, de atrás se escuchan silencio y risitas.
- hey, qué pasa muchachos? algún problema?
- no, pero ¿de qué hablan?
- de cosas de grandes...sigan en lo suyo
Y ellos siguieron jugando mientras se escucha que uno le dice a los otros "debe ser algo de eso del pene y la vagina".
Casi chocamos.

07 noviembre, 2005

Cosquillitas

Resulta que mi niña, Solcito, la de alitas en la foto del post anterior, decidió saltar una etapa y en vez de novio tiene un esposo.
El cónyuge en cuestión, Fer, resultó ser hombre golpeador, y en sus días malos reparte a diestra y siniestra a cuanto compañerito de jardín se le cruza. Si se cruza Sol, también recibe (y también da).
La relación viene con altibajos, justamente por estos problemas de violencia conyugal, desde hace más o menos un año. Pero el niño, que es todo un galán, la re conquista una y otra vez con palitos de la selva y palabras dulces (muñequita, amorcito, qué linda estás!).
Se comenta en el jardín que Fer se hizo zurdo, porque como están todo el día de la mano en los tiempos de bonanza, tiene que utilizar su mano izquierda para dibujar. Se sientan juntos en la salita y en el comedor, a la hora de la siesta usan colchonetas contiguas y hacen planes para encontrarse en la plaza.
En las épocas de distanciamiento, Sol, que ya es una pequeña arpía, le da celos con Franquito o con Darío, pero cuando están de buenas nos vuelve locos con Fer de acá y Fer de allá.
Un día, charlando con ella, obviamente sobre Fer, contó que jugaban y que él la corría y le hacía cosquillitas.
-Ah! te hace cosquillitas? dónde te hace, en la pancita?
-No, en la chuchi.
Una vez más, mi cabeza comenzó a funcionar a mil. Trato que tanto ella como la hermana tomen al sexo de forma no culposa, sino como una parte más de la vida, algo natural y para disfrutar. ¿Cómo decirle algo al respecto sin que se sintiera culpable? ¿Cómo explicarle la diferencia entre este jueguito de exploración infantil y un degenerado que se quiera abusar? Y como siempre, le contesté más con las tripas que con la cabeza.
-Todavía son chiquitos para tocarse la chuchi o el pito. Ahora, mientras sos chica, los únicos que pueden tocarte la chuchi son papá y mamá cuando te lavan o te limpian, o Luis (el pediatra) cuando te revisa, si alguien más quiere tocarte vos le decís que no y nos contás a nosotros. Cuando sean grandes van a poder tocarse si quieren, pero ahora no, así que decile a Fer que mejor espere y que no te haga más cosquillitas en la chuchi.
Enojada- Pero... si a mi me GUSTA!!!

Yo traté de contener la carcajada.
Gustavo todavía no se recupera.

Tiemblan Máxima y Letizia!!!!


Por estos pagos se está preparando la nueva generación de princesas!!!!
(Que son mucho más lindas)

cine o educación emocional


Ver cine con mi hija menor.
Con la edición en video de Melody pasa lo que con la repatriación de los restos de Evita: después de años de despojo, una vasta pero todavía silenciosa legión de fanáticos recuperamos, a la vez, un cuerpo y una memoria. El cuerpo es un film en color hecho a principios de los '70, en Inglaterra, escrito por Alan Parker (un guionista que la historia, inexplicablemente, consagró como director), filmado por Waris Hussein (un cineasta que la historia hizo bien en olvidar) y musicalizado por los Bee Gees (una banda de ¿rock? ¿shampoo? ¿castratti? que cada tanto se levanta y anda, como los zombis). La memoria es todo eso más el momento en el que vi la peli por primera vez, con quien lo vi (en mi caso, una amiga y dos amigos que eran, trémula víspera de novios), la amiga con que la comentamos (la mejor amiga: la que más se burlaba de ella), la mañana robada y la plaza en la que, soñolienta y con ropa de colegio, repetimos una por una sus escenas de amor, sus rituales melancólicos, su ética de rebelión y de resfríos. La memoria es el cuerpo más este pequeño ataúd (el VHS en el que el film yace por fin, después de treinta increíbles años de latencia) más la experiencia que tuve de él cuando era una película, es decir: cuando estaba vivo. Nadie que haya visto Melody siendo entonces más o menos contemporáneo de sus héroes —11, 12 años— podrá tener con la película una relación simple, del tipo “objeto-largamente-buscado-y-finalmente-encontrado”, como una llave o como los documentos.
Puedo enumerar las reacciones que tuve al ver Melody (el video) hace una semana, después de treinta años de abstinencia. (Las copio del anotador mental donde las anotaba una mano no del todo fiable.) Amparo y dolor. Escucho a los Bee Gees y pienso: “Estoy en casa”. Escucho a los Bee Gees y pienso: “Estoy en una casa perdida para siempre”. Estupor. ¿Alan Parker escribió Melody? ¿Cómo es posible que él haya sido responsable parcial de un bloque decisivo de mi vida? Espanto. ¿Y si yo fuera en verdad hija de Alan Parker, hija de ese linaje pedagógico que va de Melody a The wall? Azoramiento. Mark Lester parece extraordinariamente chico. ¿Cuántos años tiene? ¿Siete? ¿Nueve? (¿Es posible que a lo largo de estos treinta años haya rejuvenecido?) ¿Y Tracy Hyde, comparada con él? ¿Quince? ¿Dieciocho? ¿Y si Melody fuera una historia de corrupción de menores? Asombro: uno de los hobbies con que los chicos distraen sus ratos libres es la confección de explosivos. ¡Cierto! ¡Empiezan los años ’70! Incredulidad. ¿Cómo? ¿Pasaba algo antes de que Daniel Latimer (Lester) viera a Melody Perkins (Hyde) por primera vez? Además del encuentro deliciosamente avergonzado en la clase de baile, de la jornada deportiva, del paseo después de los azotes, de la pelea con Ornshaw, de la intimidad en el cementerio y del casamiento en las vías del tren, ¿había otras escenas? Vértigo. Apenas Daniel se hace amigo de Ornshaw, apenas Daniel y Melody cruzan miradas por primera vez, ya no veo la película, ya ni siquiera recuerdo: repito. Una memoria corporal, que ignoraba por completo que tenía, empieza a dictarme frases, gestos, melodías, que sólo por pudor —mi hija de nueve años está a mi lado, siguiendo con atención los signos extraños que emite su mamá— evito reproducir a voz en cuello. Con una precisión de sonámbula, rumio líneas enteras de diálogo, canto las letras de las canciones, anticipo —para escándalo de mi hija— todas las escenas. Y es el dorso suave de su mano el que, en la escena del cementerio, cuando los jóvenes amantes están abrazados bajo la lluvia, acaricia en el aire mi mejilla invisible de Melody Perkins. Soy Melody Perkins.
Si nunca había compartido con nadie la devoción por Melody, es por una razón muy simple: no sabía que la tenía. Pero tampoco sabía que sabía los diálogos, las letras de las canciones, los pormenores de la trama o los signos más ínfimos de la película (el hilito de sangre en la comisura izquierda de Daniel, único flash rojo en una película llena de vírgenes; el plano en que las manos de Daniel y de Melody se entrelazan). Descubrí que esa devoción existía —y que tal vez fuera menos personal de lo que creía— cuando, por alguna razón, comenté con alguien —una amiga nueva, no una sobreviviente de aquellos años— el misterio de que Melody no estuviera en video, y cuando mi amiga, hace diez días, me anunció por correo electrónico que acababa de ver un aviso del video en una revista extranjera. Descubrí la falta de droga al mismo tiempo que la adicción.
Le cuento a Laura, que ya a esta altura está segura de que Floricienta no es lo más, que hace poco repusieron la pelicula en el Malba y que la cola era larguísima. En en una copia arrasada —que es quizá como hay que verla, según sostienen los proustianos ortodoxos—, tenía todo para convertirse en un film de culto generacional, como el Woodstock que animó durante años y años las trasnoches del cine Ritz de la calle Cabildo. Un rápido monitoreo sociológico del público confirmó las presunciones: los melodymaníacos tenían entre 37 y 42 años, eran de clase media, estaban allí con alguien (cónyuges, parejas, amigos), parecían dispuestos a todo (a esperar horas, a organizar turnos en la cola, a trompear por una entrada, a tratar de persuadir de las maravillas del pasado a sus chicos, para quienes Melody era una marca de ropa para nenas ) y habían encarado el programa con el criterio doble de todo militante tradicionalista: como un trip autobiográfico amoroso-cultural (preservación) y como una ceremonia de transmisión (reproducción).
¿Por qué Melody es para mí una película de culto? Porque para los que hoy rondamos los 40, funciona como un espejo perfecto, sincronizado al milímetro con los avatares de esa epopeya de la intensidad y la profundidad que es la preadolescencia. No recuerdo otra película con la que me haya sentido existencial y eróticamente tan contemporánea. (Habría que decir también: políticamente. Melody, que impuso el género college naïf, es la versión pre-teen de If, de Lindsay Anderson, así como Jack Wild, el problemático Ornshaw, es un Malcom McDowell liliputiense.) Era un espejo y un manual de instrucciones: ví Melody para verme y para saber qué y cómo tenía que hacer para enamorarme, para dar a entender que estaba enamorada (un ítem importante de ese breviario de semiología preadolescente: ¿qué significa darse la mano con una chico?), para poner en práctica el enamoramiento, para avanzar en el amor (y también, por supuesto, para rebelarme, huir de las convenciones, formar alianzas, burlar instituciones, etc.). Y lo que hoy resulta extraordinario —la gran nostalgia que me inocula la película— es hasta qué punto esa fenomenología hace del amor una experiencia involuntaria, no intencional, cuyos acontecimientos y signos son tan naturales —tan indiferentes al trabajo, tan ajenos a la seducción— como el rubor de la piel o la lluvia. Melody es una porción embotellada de mi pasado. No cualquier porción, sino una en la que, como en una película de cera, quedaron grabadas las primeras crisis narrativas de la vida (¿Le gusto? ¿Lo llamo o dejo que me llame él? ¿Me equivoco o me miró?) y también el modo en que entonces decidí apropiármela —que es el modo en que, con mayor o menor conciencia, treinta años más tarde, sigo narrándolas. De todas esas encrucijadas vitales, sin embargo, la que hoy, treinta años después, ante el televisor y bajo la mirada un poco perpleja de mi hija, me parece más crucial, no es exactamente la del amor, sino la de ese extraordinario punto crítico en el que “el amor”, así, en su polimorfa generalidad, se divide como una célula en dos destinos amorosos: uno heterosexual, otro homosexual. Confieso en silencio, que mi deseo no vacila entre los dos héroes sino entre uno de ellos, Daniel, y la irresistible Melody Perkins. Y al ver el film otra vez, lo que hace 30 años tal vez fuera una duda subliminal, deliciosamente perturbadora, ahora tiene la claridad de un pregunta retórica: ¿por qué Daniel se enamora de Melody y no de Ornshaw? En ese sentido, Melody es menos una remake pasteurizada de If que una variante escolar de Jules et Jim: una ficción sobre ese umbral donde la sexualidad, que es pura potencia, se actualiza. El film parece arriesgar una respuesta burguesa: Daniel se va con Melody pero ama a Ornshaw. ¿Pero no es acaso una manera bastante civilizada de resolver el desconcierto que nos asolaba a los 10, 11 años, cuando nuestra vida amorosa se debatía entre dos opciones igualmente irresistibles: un novio sublime (pero de otra especie) y una mejor amiga irremediablemente rival (pero terriblemente encantadora)?
Le pregunto a Laura: ¿quién te gusta más, el Conde o Floricienta?, y ella sin el más mínimo empacho responde "flori, má, es hermosa..."

04 noviembre, 2005

De parto

Hace cuatro años, más o menos para esta época(para mi fue exactamente el 1º de noviembre), Abril fue concebida por obra y gracia de Marcela ( o sea yo) y Gustavo (mi marido).
Hace cuatro años, más o menos para esta época, todo en el país se estaba yendo al carajo, por obra y gracia de los políticos de turno.
En el trabajo me estaban pagando en cómodas cuotas y corría el rumor de la quiebra. Teníamos un departamentito alquilado y el inquilino se fue, con lo cual se incrementaban los gastos de mantener un depto vacío. Imposible volver a alquilarlo con las condiciones económicas que imperaban en el país.
Mal momento para que aparecieran las dos rayitas en el test de embarazo. Pero aparecieron con un fucsia violento antes del tiempo que decía el prospecto que tardaban en aparecer.
Sí, estaba embarazada por segunda vez. Y lloré, no de emoción ni de alegría, sino de angustia. ¿Cómo íbamos a mantener otro bebé si a duras penas podíamos hacerlo con Sol, de un año? ¿De dónde íbamos a sacar plata para los pañales? ¿Y la leche? ¿Y la guardería?¿Y la Obra Social?
- No te preocupés, ya nos vamos arreglar- me dijo Gustavo, no sé si de inconciente o para consolarme.
Tardé como dos semanas en caer, y me inundó una alegría enorme.
Después vino el 20 de diciembre, incontables presidentes de un día, aparecieron los patacones y los lecops. Encima la Obra Social me comunicó que había reducido la cantidad de leche en polvo que daban a los recién nacidos a la mitad.
Fue una época muy dura por la incertidumbre, el no saber que iba a ser de mi familia, el no tener un mango partido al medio. Fue una época en que lloraba abajo de la ducha abrazada a mi panza, cada vez más protuberante, para que nadie me viera y se preocupara (maldita costumbre de masticármela sola). Solamente Abril, nadando adentro mío, sabía lo que me pasaba.
Hubieron momentos de gloria, como el día que me quedaban $2 en el bolsillo y encontré $20 en la calle, o cuando en el Supermercado y en el Jardín empezaron a aceptar patacones.
Me volví creyente y rogaba a Dios que pudiera tener mucha leche durante mucho tiempo para mi nuevo bebé.
A medida que los meses pasaban las cosas se fueron acomodando un poco.
-Viste que vienen con un pan abajo del brazo!- me dijo Gustavo un día, nuevamente no sé si de inconciente o para consolarme. Pero a los pocos días apareció una Sra. que alquiló el departamentito.
Una mañana muy fría de julio, faltando tres semanas para la fecha de parto, fui a control acompañada por mi papá.
-Qué buena dilatación que tenés- dijo el obstetra
-Por qué no sacás la mano- pensé yo
-Estoy esperando a que tengas una contracción (como si me hubiera leído el pensamiento) Estás más o menos con seis, va a nacer en cualquier momento.
-A la mierda !!- pensé yo
Salimos corriendo con mi viejo a buscar los bolsos y a avisarle a Gustavo que me tenía que internar, que fuera rápido para el sanatorio.
Me interné sin sentir absolutamente nada de dolor, tenía contracciones de esas que te ponen dura la panza, nada más. Como que Abril, que sabía cuanto había sufrido durante el embarazo me ahorraba el sufrimiento del parto.
Me pusieron goteo y ahí sí, tres contracciones me retorcieron cuerpo y alma, camilla a lo fórmula uno, sala de partos.
- No pujés, no pujés que falta el médico!! - imploraban las enfermeras
-Cómo se ve que vos no estás pariendo, la que te reparió - pensaba yo mientras hacía fuerza con el primer pujo.
-Pará un poquito que ya viene!!- seguía el ruego del personal no médico
-Las pelotas!! que llegue para cortar el cordón, sino que lo corte Gustavo que es casi veterinario- pensé yo, con el segundo pujo.
-Dale que ya salió la cabeza- Gritó Gustavo
Abrí un ojo y lo ví parado al costado de un tipo con gorrito verde (el médico).
-Menos mal que llegaste hijo e una gran- pensé mientras hacía fuerza como si fuera la última vez.
Y escuché ese glorioso chillido como de gatito, y sentí el calorcito del cuerpito pegajoso, y sentí por afuera de mi panza las pataditas que había estado sintiendo adentro durante tanto tiempo.
Y lloré toda la alegría y la emoción contenida durante casi nueve meses mientras abrazaba con todo mi amor a mi gordita cachetona.

03 noviembre, 2005

¿qué diría Eladia Blazquez?

El miércoles escribí un post que no me animé a postear. Hacía mucho que Laura no se enfermaba y tiene ahora una eruptiva que llegó después de varios días de fiebre altísima. Estábamos Juan y yo sentados en el sillón mirando tele mientras yo le ponía trapitos fríos en la frente a la gorda y hablábamos de boludeces. Pusimos para chusmear un programa nuevo donde Lanata actuaba haciendo de mafioso sindicalista cornudo (¿no será mucho, che?) enfundado en llogin dorado.
Yo no miraba atentamente pero de golpe veo a Juan llorar como un bebé silencioso. Cambia de canal.
- ¿qué pasó?
- naa...es que me dio algo...me dio miedo
- ¿qué?
Pues la escena es el velatorio de un tipo asesinado por el mafioso y allí junto al cajón su hermano gemelo "juan" llora desconsolado porque se ve a sí mismo en el otro. QUE LO PARIÓ!!, lo abracé lo más fuerte que pude, lloró mucho y después me pidió un licuado.
Estaba en la cocina y el con Laura y ella le pregunta
- ¿pensas morirte?
- no, pero me asustó eso de que le pasara como a mi.
-¿qué?
- que se le murió un hermano gemelo, igual a él. No me gustó.
- ¿y donde lo pusieron a tu hermano?
- está enterrado en el cementerio, no te acordás que una vez fuiste vos con nosotros?
- ah...
-cuando te moris te ponen en un cajón de muerto
-si y despues te llevan al cementerio
- ahí te desmoldan ¿no?
- no. A Martin lo sacaron del cajón y lo pusieron en un hornito donde el cuerpo se deshace porque ya no sirve más, lo hicieron cenizas y después esas cenizas se entierran en una cajita chiquita en la tumba. Pero todo eso no lo ves, no lo ve nadie.
- bueno, mejor no verlo . Y vos ¿cúanto vas a durar?
-...
-si, mejor podés seguir hasta viejo.
-sí. No pienso morirme.
Yo no sabía si el licuado saldría salado de tanta lágrima. Nunca hablamos de la muerte de Martín así. Desde que empecé con el blog vienen a mi memoria una cosa tras otra. Desde que Laura habla en la casa ciertos temas silenciados volvieron a hacerse oir.
Juan tomó el licuado de un tirón. Laura siguió con fiebre y los tres decidimos ver dibujitos un rato. En un momento Juan se fue a dormir y ella medio dormida también, me dice
-má, Juan me dijo que él va a durarnos mucho. Mejor ¿no?
-si.

Tomando la posta

Tomo la posta del post de Cynthia y posteo sobre la muerte.
Qué difícil es este tema, que hasta hago un juego de palabras para empezar a escribir!

Todo empezó el día que se murió Flipper, nuestro pececito.
Gustavo, que es medio nabo para enfrentar ciertas situaciones, salió de raje al acuario para comprar otro igual y que no se notara la ausencia. Trajo al falso Flipper, que se parecía bastante al verdadero.
Toda la escena estaba montada cuando llegaron las nenas del jardín.
Solcito se puso a jugar y en el medio de su juego, como si nada, preguntó adonde estaba su pez.
-Ahí, en la pecera, como siempre- le contestó Gustavo. Ella se paró, miró un rato largo a través del vidrio, se dió vuelta y dijo -Ese nos es Flipper, es más chiquito y tiene más rojo arriba, adónde está Flipper mami? (si, siempre mami)
Cabeza de madre funcionando como computadora de la NASA en busca de respuesta adecuada: si le digo que dejó de respirar la confundo, si le digo que se durmió para siempre va a tener miedo de dormirse, si le digo que dejó de exisitir no me entiende, si le digo que lo tiramos por el inodoro la traumo ¿qué carajo le digo?
-Eeeeh, se murió (así, de sopetón, para acelerar las cosas)
- Qué es morirse? ( será posible! esta nena nunca queda conforme con la primer respuesta)
Cómo explicarle algo de lo que no tengo registro? Sí tengo toda la explicación intelectual de lo que es morir, sí sé del cese de la funciones biológicas, sí sé lo que se siente cuando alguien se muere, pero la esencia misma de lo qué es el morirse no lo sé. De todos modos intenté una respuesta.
- Morirse es dejar de ser, Flipper se murió y dejó de ser un pececito, estaba muy viejito y muy enfermo y se fue a vivir con dios, a lo mejor ahora es un angelito.
-Y todos se van a morir? (síguele!! con esta nena no se termina nunca!)
- Sí, en algún momento todos nos vamos a morir (fiel a mi consigna de decirle siempre la verdad)
-Todos todos? (y dale!!)
- Si mi amor, todos todos, pero falta mucho para eso.
Llorando re angustiada - Vos y papá también?
Y ahí no pude más, mandé a cagar a mi consigna y a todas las teorías que la avalan.
- No hijita, mamá y papá van a estar siempre al lado tuyo.

01 noviembre, 2005

¿y yo donde estaba?

Laura a los 5 años un día mirando fotos de tiempos idos:
-"¿Y yo, dónde estaba?", una y otra vez.
-"no habías nacido todavía"
-"Por eso, dónde estaba?"
-"es que no existías, Lau"
Por esos días la idea de no haber existido alguna vez le parecía una imposibilidad, no había modo de hacérselo entender.
Al día siguiente, Laura trae una amiga del jardín y decide mostrarle mi caja de fotos. Ellas estaban en el piso del living y yo tomaba mate y leía en el sillón. Casi me atraganto.
- "¿y vos?", interroga Julia
-"no existía todavía"
-"ah!, no estabas..."
-"sí estaba: estaba en la panza de mi mamá, esperando"
-"no, no es así, no estabas en ninguna parte, tu mamá no te tenía en la panza.."
-"ah, no...me quivoqué...estaba en las bolas de mi papá"
-......
Era la condensación perfecta de falta de resignación e información cierta. Casi me muero de la risa, de tragármela. Esa será por siempre una de las frases estelares de la niña.

Sin comentarios

Día de sol radiante, vamos corriendo para el jardín como de costumbre.
-Má, vos sabés por qué no se ven las estrellas de día?
Respuesta estúpida-Porque se fueron a dormir
-No mamá, las estrellas siempre están, lo que pasa que de día el sol brilla tanto que no las podemos ver.
Evidentemente, respuesta súper estúpida.
Punto menos para la madre, gana Solcito por goleada.

La gran pregunta

Acaba de suceder. Hace menos de una hora. Cuando los dos nos recostamos un rato después del almuerzo y antes de llevarlo a la casa de un amiguito. Él tiene dulces cuatro y medio. No lo vi venir. No hubo preaviso, ni telegrama de anticipación, ni sospecha de mi parte. Se apoyó sobre mi vientre y me preguntó:
"¿CÓMO APARECÍ YO EN TU PANZA?"
Es mi segunda vez y será la última. Así que me dediqué a saborear ese momento de madurez y crecimiento, y le ofrecí mi versión científica: "las mamás tienen una semillita en la panza. Los papás las tienen en los huevos. Cuando una mamá y un papá se quieren mucho mucho, y se casaron (y hay papeles de por medio, alguna inversión en común, o se pasaron de copas, o se pinchó el forro, o se equivocaron de fecha), el papá le pone el pito en la vagina a la mamá y las dos semillitas se encuentran en la panza de la mamá, y así te hicieron a vos". A él le gustó la explicación, y se puso a saltar en la cama gritando "¡sí, sí!". Luego preguntó si habíamos realizado el mismo precedimiento para tener a su hermano mayor. No fuera cosa que con él hubiéramos probado otra cosa. Le aseguré que a los dos los había engendrado de la misma entretenida manera.
Entonces apoyó su carita en mi panza y se asombró al escuchar mi corazón.
"¡TE PUEDO ESCUCHAR EL CORAZÓN! ¿SABÉS QUÉ ME DIJO?"
Mi niño dulce. ¿Qué puede decirle mi corazón? Que lo amo más que a nada en el mundo. Que daría la vida por él. Que él completó mi mundo. Que su sonrisa me ensancha el corazón y lleva aire extra a mis pulmones. Que son lo mejor que he hecho en la vida. Que incluso cuando no lo soporto, le grito, me enojo, lo castigo, nunca dejo de amarlo.
Pero mi corazón, según él, le dijo:
"QUE SOY UN POWER DE VERDAD. QUE PUEDO HACER CUALQUIER COSA."
Mi corazón habla su lenguaje.
Luego el Edipo se le disparó, y dijo:
"¿TE PUEDO TOCAR UNA TETA?"