30 septiembre, 2005



Juan, base izq. de la pirámide humana!, cuarto año. Estrena 16 y alcanzó el metro ochenta y siete. Ninguno es acróbata, son adolescentes. Ensayan algo que no saben bien de qué se trata, están probando.
Pensar que ellos, no hace tanto, caminaban delante de mí dándome la espalda y cuchicheando, alejándose. Acá ya de frente otra vez, para que me quede tranquila: por ahora todo bien.

29 septiembre, 2005

El camino que ellos elijan


Bueno, yo también pongo fotos, qué tanto. (¿Qué querés, Daniela? Me morí de envidia al ver a tu niña patas arriba). Esta es la foto que más me gusta de mis hijos. La saqué yo, una tarde de domingo que fuimos a pasear por el barrio para que el papá pudiera disfrutar del silencio de la casa desierta. Alguien me dijo que era triste. Muchos, que ponga una foto donde se les vea la cara.
Pero para mí esta foto no es triste, todo lo contrario. Es la síntesis de la maternidad/paternidad. Miro esta foto y los veo crecer, aprender, experimentar, disfrutar, alejarse, mirar para atrás para asegurarse de que yo sigo ahí mirándolos…
Tampoco es tan importante que se les vean las caras. Su cuerpo lo dice todo… Van caminando, sin rumbo, charlan de sus cosas. No dejan pasar oportunidad de lanzar un insulto leve al hermano. Uno pregunta, los otros hacen gala de su conocimiento. Discuten un punto importantísimo con total vehemencia y seriedad. Cantan una canción de Los Piojos.
Yo siento que estoy acá para dejarlos ir. Para que puedan despegar, para que aprendan a confiar en sí mismos y en los otros, para que se decidan a experimentar, a aprender. No me va eso de tenerlos agarrados, prendidos a mí, dependiendo. Ojo, esto no significa que no esté atenta a cada paso que dan, cada sonido por las noches, cada deseo que expresan. Muy pendiente estoy. Yo los dejo ir, pero ellos me tienen atada. Por siempre estaré atada y no podré desprenderme.
Desde que soy madre no tomo decisiones por mí, siempre los incluyo. Estoy a mitad de un trabajo, o en el colectivo o mirando una peli o lo que fuera y pienso “esto le gustaría a Patri, a Martu o a Tomás”. Todo mi universo gira en torno a ellos, aunque a veces me enoje conmigo por esta realidad mía.
Mientras yo pienso estas cosas, ellos están caminando el camino que eligieron, escuchan las recomendaciones que les doy, las reglas que marco y después, siguen caminando… Por donde quieren.

27 septiembre, 2005

papelitos.

Soy una madre moderna, normal, supongo: veo relativamente poco a mis hijos porque trabajo a veces más de lo que quisiera. Mi trabajo me hace bien porque me hace feliz...también verlos a ellos me hace feliz. Lucía, la mayor, ya vive sola y la veo bastante menos de lo que las dos querríamos.
Mi vecina dice que no me queje, que ella trabaja más horas en algo que no le gusta. Es raro pero aún saber que hay quien me envidie es un consuelo de tonta o epidemia social: no hace en absoluto mi situación más llevadera, pero al menos nos da tema de charla en la vereda.
Cuando estoy fuera (de viaje, o en el trabajo) nunca me llaman y nunca los llamo por teléfono. Esa aparente desatención mutua es sólo el reflejo de nuestra fobia por un aparatejo inmundo y despreciable, acicate de la mentira y la tautología . Yo, agradezco, por lo tanto, que no me llamen. Si ellos me heredaron, entonces, también estarán agradecidos de ese silencio mío y sabrán entender y sino , más puntos en mi contra.
En casa, como todos entramos y salimos todo el tiempo, los chicos desde chiquitísimos y antes de aprender a leer y escribir ya sabían qué era eso de “dejar notitas”. O sea, cuando no nos vemos nos comunicamos por escrito. Actualmente eso solo lo sostengo con Laura. Yo le dejo notas y ella no las lee. A la noche, cuando nos encontramos, hacemos un piadoso recorrido por los santos lugares domésticos donde los post-its y los imanes de heladera hacen las veces de soporte a nuestros desvaríos materno-filiales: La puerta de la heladera, un costadito de la biblioteca ya todo sobreescrito, la puerta de sus roperos, algún lugar donde una Barbie sostiene entre sus manitos un papel o, el mejor, el más efectivo: el espejo del baño de chicos.
Delante del espejo, mientras peino sus rulos despiojados, recuerdo una por una todas las cosas que cuando no estamos juntas quiero decirle, sugerirle. Incluso regresan a mi cuerpo las ganas que tuve en algun momento del día, en alguna parte de darle un abrazo de oso o un beso sopapa, y también recuerdo las cosas que me hacen enojar, enloquecer y a si me mantengo cuerda, retarla. Es en ese preciso instante cuando la realidad se me aparece de un modo terriblemente punzante, carnal: su imagen duplicada delante del espejo, lejos de darme miedo como me da en las películas heréticas, me conforta y me justifica. No puedo dejar de recordar los antiguos spécula, libros de consejos y ejemplos de conducta y urbanidad: pero la vida actual ha hecho de mí una madre práctica , aconsejo a mi hija a través de un espejo real, ayudada a veces por esos papelitos que pego en sus bordes, confiada más en la permanencia del débil pegamento que en la de mi memoria.
Pero, como dicen en españa, lo que dije es “tan real como la brevedad de la alegría en la casa del maestro pobre”. Ese espejo del baño de está colgado un poco más bajo de lo normal , desde hace años y ahora ocasiona no pocos conflictos fraternales: Juan es mucho más alto y celoso aunque lo niegue. Además no comparte con su hermana y conmigo el placer femenino por las notas y recordatorios...sobre todo ahora que a los 16, el reflejo de la propia imagen matutina le debe resultar suficientemente deforme como para encima tolerar algo que le recuerde a su hermana menor...Si es él el primero en usar ese baño entonces mis notas amorosas o indignadas, nunca llegaran a las manos de Laura. Terminan ahogadas en el inodoro. Pero ahora que lo pienso no es solo que las notas estén ahí, lo que le indigna, sino sobre todo su contenido que es –como requiere la niñita- absolutamente concreto y explícito: “Laura: hablá menos y más bajo!!" ,“NO OLVIDAR: Lavar re-bien los dientes”, “¿quien es tu mejor amiga del cole?, dale un besote de mi parte y no peleen” “no te toques la chuchi delante de extraños” , son todas admoniciones que, entrevistas por ella antes de ir al cole, me proporcionan días felices...

Si a todo eso le sumo la odiosa costumbre de mi hijita de guardar esas notas en el bolsillo de su guardapolvo y mi cobarde y malintencionado apego a guardar las apariencias frente a los maestros de mis hijos...es entendible que de común acuerdo hayamos decido cifrar en un lenguaje imaginario las notas más importantes o las más comprometedoras. Siendo como somos las mujeres naturalmente curiosas y nada amantes del secreto, de no ser propio, tuve que profundizar extraordinariamente en busca de la lengua perfecta e inexistente.
Estoy contenta con el resultado: cualquier código o lengua es descifrable si conocemos el mundo que describe, por lo cual nuestro primer trabajo ha consistido en crear una realidad alternativa y aleatoria que sólo nosotras conocemos, y a partir de ella inventar nuestra nueva lengua. Debo reconocer que es complicado, y que me ocupa más tiempo del que preveía: renuncio ahora a dar más detalles, pero es perfecto. Ah, y no teman por mi vida, que mi hija no revelará jamás la clave: es, aunque chiquita, mujer, y éste es tambien su secreto.

probando.


Ella es Laura, la menor de mis hijos. Cumplió 9 y a su cortísima edad ya es experta acróbata. Por fuera nos parecemos muchísimo. Y sin embargo todo lo que no se ve le viene de alguna otra parte. Se la presento.
Laura nació en un momento muy especial de la vida de la familia, fue una extraña mezcla de cosas recibirla en la casa casi un mes antes de lo esperado; nació exactamente el mismo día que su hermana mayor pero 16 años después.
Lucía y Laura se llevan los mismos años que yo le llevo a Lucía. Esa equidistancia es mágica, creo. Como si algo se reciclara en ese lapso temporal, tres generaciones de mujeres. Hasta que Laura tenga 10 yo voy a tener la seguridad que tuve hasta que cada uno de mis hijos cumplió la decena. Tuve padres hasta pasados los 9. Es eso, es nada más que eso. Hasta ahí siempre supe que podría saber cómo ser una madre, después vengo improvisando.

SE BUSCAN MADRES

Este será un blog abierto. La idea es que las sufridas madres interesadas me envíen su e-mail para que pueda darles acceso, y publicar cuando lo deseen.
El problema es que no sé si lo estoy haciendo bien (lo de darles acceso). Me cuesta compartir el poder. Así que iremos aprendiendo juntas.

LOS AMAMOS TANTO...

Lo sabíamos. Lo intuíamos. Habíamos soñado toda la vida con tener hijos. Habíamos acunado muñecas con dedicación y cariño, sabiendo íntimamente que un día serían de verdad, que serían nuestros. Tener hijos era -es- lo más importante. Tal vez para no sentirnos tan solas. Tal vez para llenar ese vacío. Queríamos criar personitas a nuestra imagen y semejanza. Saber si dábamos la altura. Si podríamos hacerlo. Si lograríamos no repetir los errores de nuestros padres.

Y un día llegaron por fin a nuestros brazos. Los parimos con o sin dolor. Parto normal o cesárea. Tal vez hubo otros intentos en el camino que nos hicieron amar aún más a este bebé que había logrado sobrevivir nueve meses en nuestro vientre. Los amamos tanto...

Hasta que descubrimos que no hay devolución. La maternidad cerró en cuanto nos dieron el alta, y nos dejaron en la calle con un ser extraño que, oh pecado, no hace lo que nosotras deseamos que haga.

Ellos crecen. Nosotras nos cansamos. Llega el día en que ni siquiera recordamos si somos personas. Mujeres. Laburantes. O qué corno. Entonces lo pensamos. No nos animamos a decirlo aún, pero lo repetimos en silencio como un mantra: ¡no los aguantamos más!
Por favor, que alguien se los lleve aunque sea un rato. Una abuela, una tía, una amiga, la vecina, la esposa del portero, la empleada del supermercado. No, ninguna de ellas lo cuidarán como nosotras. Somos esclavas y ellos, pequeños tiranos.

¡Son insoportables! ¿Por qué habíamos querido ser madres? ¡Y es para siempre! ¿Dónde quedaron esos tres minutos de gloria en que se durmió sobre nuestro pecho y era tan hermoso y santo? ¿Y si no me gusta... y si de pronto ser mamá no era lo que quería? Si nos equivocamos con una carrera, con una pareja, ¿no hay posibilidad de que nos hayamos equivocado aquí también? ¿No hay escapatoria?

Y sin embargo los amamos tanto...

¿Empezamos?

Este blog, por supuesto, se lo dedico a mis hijos. Y a los de todas ustedes.