14 diciembre, 2009

TIPS PARA MADRES

Hace 11 años que soy mamá del de 11. Y hace 8 y medio que soy mamá del de casi 9. En los últimos tiempos ya no necesité hablar de ellos (escribí por última vez aquí en octubre de 2008), aunque por supuesto siguen siendo mi prioridad cada día de mi vida. Sin embargo, regreso para aquí para dejar constancia de las cosas que aprendí y que no están en ningún libro. Espero que les ayude a superar algunos momentos, a sentirse acompañadas o, por lo menos, a saber que no son las únicas que alguna vez pensaron en lanzar a los niños por la ventana.

1- Ponerles a mis varones nombres que empiezan con la misma letra fue una absoluta casualidad que resultó practiquísima. Comparten sus iniciales y por lo tanto se puede imprimir una sola serie de cintas de identificación, tarjetitas personales, etiquetas de libros, y todo pareciera que es de ambos.

2- Nunca he visto a un adulto de 30 que no sepa atarse los cordones de los zapatos. Por lo tanto, no vale la pena pasar horas y horas tratando de enseñárselos. Alguna vez lo harán.

3- Igual: no hay chico de 15 neurológicamente sano que no sepa caminar o hablar. ¡El pibe lo va a hacer cuando le llegue el momento!

4- El exceso de estimulación durante la primera infancia provoca exceso de hiperactividad durante la segunda. Lo sé por experiencia. ¡Dejen a los chicos en los cochecitos y no les den tanta pelota!

5- No vale la pena gastar dinero en la ropa de los chicos. Bajo ninguna circunstancia. Ni aunque tengan una fiesta importantísima. Gasten en ustedes, me lo van a agradecer.

6- El día que al chico no le guste la comida, ¡que no coma! Ningún chico con comida sobre la mesa o en la heladera ha muerto de hambre.

7- La tele, la play-station, la wii y la compu son nuestras grandes compañeras. Yo no sé qué haría sin ellas.

8- Las maestras no siempre tienen la razón. Los médicos tampoco. Los terapeutas menos que menos. La única que sabe siempre qué pasa realmente sos vos. Confía más en tu propio criterio y menos en los consejos de quienes no están todo el día con tu hijo/a.

9- Hoy se tiende a acusar de patológico casi todo comportamiento normal infantil. Los chicos hacen maldades y se divierten con ello; no pueden estar todo el tiempo quietos; no quieren prestar sus cosas como yo no quiero prestar mi nueva netbook; no les gusta que los manden; se pelean con quienes pueden. ¡Igual que lo hizo la humanidad durante todo este tiempo!

10- Dejo constancia de que mi hijo menor ha crecido con absoluta normalidad y demuestra a diario un desarrollo cognitivo impresionante, sin haber comido una mísera verdura en toda su vida, aunque como debe ser, se las presenté de todas las formas, cocciones y variedades posibles.

11- Cuando vos estás en un mal día, no querés que nadie se te acerque siquiera. Cuando tu hijo tiene un mal día, dejalo tranquilo.

12- A veces es necesario faltar a la escuela porque sí, hacer cosas prohibidas, pisar el césped, enloquecer un poco.

13- Cada vez que tu hijo te grite: ¡te odio!, podés responder: ¡yo también! Juro que esto no provoca alteraciones permanentes de su psiquis.

14- Si tu hijo quiere aprender a tocar la armónica en vez de jugar al fútbol como quiere su papá... va a terminar tocando la armónica. Los gustos propios no se pueden torcer.

15- Cuando una dice no, es no (por lo menos a la décima vez). Y no todo hay que explicarlo.

16- Las chicas son histéricas y los varones son agresivos. Y eso seguirá siendo así por el próximo milenio.

17- Los chicos nunca te agradecen por todo lo que hacés por ellos. Hacé lo necesario, no hace falta pelarles las uvitas o hacerle caras con ketchup a los bocaditos de acelga, aunque yo lo siga haciendo como una tarada.

18- Tenés que tener un espacio privadísimo para vos, y los chicos tienen que saber que ése es tu lugar, que no pueden llevar sus juguetes allí, ni instalarse, ni meterse a cada minuto para preguntar si pueden tomar coca (este ítem es altamente recomendable a nivel teórico, aunque en la práctica no logro llevarlo a cabo).

19- Si yo tengo frío, ellos se abrigan. Verdad absoluta de madre judía.

20- Ellos y vos tienen que saber que aunque a diario quieras lanzarlos por la ventana, nunca jamás dejás de amarlos con el amor más sublime y absoluto.

18 noviembre, 2009

El amor incondicional

Cuando mi madre decidió dejar de trabajar me llamó una tarde al trabajo y me dijo “voy a dejar de trabajar”. Y yo no pregunté nada. Tenía 70 años, y mi hermano y yo sabíamos que eso más temprano que tarde iba a suceder. Su trabajo consistía en atender el teléfono del consultorio de mi cuñada de entonces y ambas se encargaban de hacernos entender que nos estaban haciendo un favor. Y yo sentía que me estaba haciendo el favor de trabajar. Mi hermano sentía lo mismo. Pero mi hermano estaba lejos, muy lejos, en Alemania, probando suerte, lejos. Y como estaba probando y la suerte que nadie dudaba que tendría todavía no había llegado, todos dábamos por sentado que no podía aportar dinero para completar los magros ingresos de mi madre. De este modo, yo tenía que cargar económicamente con mis dos hijas, con mi madre y con todas las insoportables pequeñeces de su incipiente vejez. Ni mis hijas, ni mi hermano, ni mi madre, ni yo misma creíamos que las cosas debían ser de otro modo. O, para ser más exacta, debería decir que algo no era del modo que debía ser: mi condición de mujer sola con hijos. A veces mi madre me compadecía. A veces mi madre me culpaba por haberlo dejado ir. En ambos casos, concluía que no había tenido suerte: muchos hombres tienen una amante y no por eso abandonan a sus legítimas esposas. Y a sus dos hijas. Mi mala suerte en verdad había sido que otra mujer –la otra- había logrado ser la única. Ninguna lo lograba. Yo había perdido dos veces: cornuda y abandonada. Eso sí que era tener mala suerte. Y siempre pero siempre terminaba sus monólogos suspirando y hablando de mi padre: un hombre de los de antes que de tan bueno Dios había querido llevárselo pronto junto a él.
Cuando hace un tiempo mi madre me dijo que ya no podía vivir sola en el departamento que le alquilo, usó el mismo tono que diez años antes cuando me dijo que no iba a trabajar más. El mismo tono monocorde y resignado. Y el mismo silencio final. Esta vez sus ojos estaban más viejos y por eso me parecieron más tristes; pero me miraban del mismo modo: esperando que yo absorbiera las consecuencias de sus decisiones incompletas.
Los silencios de mi madre son espacios asfixiantes, callejones sin salida. Un empujón para marearse en el laberinto y desconocer el trayecto que lleva a caer siempre en el mismo lugar. En el exacto lugar donde se debe caer. Feliz está, por haber hecho exactamente lo que entendió que era su destino; y mira creyendo que finalmente llegó su hora de recibir recompensa. Si hablara, probablemente su voz traería el eco del surco que en el ir y venir de todos sus años ahuecó con la pesadez de su cuerpo, y ahora, en la liviandad de la vida hecha espera considera que todos debemos agradecer. Vanidad por demás absurda teniendo en cuenta que si sostuvo su vida durante tantos años fue gracias al sentido que le dio nuestra existencia.
Su silencio me cuenta que ya se ha dicho todo. Que no hay nada detrás del muro. Y yo, encerrada en sus ojos viejos, me ahogo en el encierro. En estos momentos, cuando decide no decidir, el entramado de pequeños gestos amorosos que sostuvieron mi vida, para bien o mal, es una trampa perfecta. En estos momentos, la desigualdad parece invertirse pero sólo para volverse más efectiva. En estos momentos es donde entiendo el revés del amor incondicional. En su nombre, siendo adultos o niños, son ellos quienes deciden nuestros pasos.

31 agosto, 2009

Madre

Sé que no es 10 de mayo, pero hace poco me encontré con una frase que escuché un 10 de mayo, día de las madres, de una de mis profesoras de escuela y quiero compartirla con ustedes.

"Si al apagarse la última vela del pastel,
si al caer la última cinta del regalo,
si al despertar un 11 de mayo te sigues sintiendo dichosa de ser madre
Felicidades, mujer, que Dios te bendiga"

13 julio, 2009

Rayito de luz

Hace algunos días el pediatra pensaba entregarme a Max, justo en ese momento e él se le ocurrió dejar de respirar y el doctor me dijo: a poco te da miedo. Respondí afirmativamente, como lo hubiera hecho cualquiera, a lo que el doctor respondió: Entonces aquí lo seguimos dejando hasta que se te quite el miedo, porque una persona con miedo hace puras pendejadas, si entrego un niño a una mamá con miedo lo mata. Perdí las esperanzas de sacar pronto a mi hijo de ahí.

Hoy el doctor me vio bañarlo, atenderlo y pudo darse cuenta de que no me da miedo. Me dijo: ya? está lista? Yo le dije que sí y me dijo: bueno, hoy después de la toma de las 12 se lo lleva. Así que Max ya está en casa.

No pude evitar sentir algo de frustración por traerme solamente un bebé en vez de dos, tampoco puedo evitar imaginarme a los dos en la cuna. En el camino vi una familia con unos gemelitos y se me salieron algunas lágrimas. Pero todo esto fue diminuto comparado con la satisfacción que me da tener a mi pequeño conmigo. Volví a sonreír despues de dos largas semanas. Yo sé que me costará superar lo sucedido con mi Ariel pero teniendo cerca a Max y ver cómo mi hija lo adora, supongo será un poco más llevadero.

Por el momento el sentimiento de culpa se ha ido, y también el coraje; ya no tengo ganas de matar al pediatra y me siento más que agradecida con toda la gente que cuidó a mis bebés. Y sé que Ariel estará también más tranquilo.

Ahora sí, a ser mamá se ha dicho.

05 julio, 2009

Junio triste

Realmente todo sucedió demasiado rápido, apenas me daba tiempo de asimilar una cosa cuando ya estaba sucediendo otra y ahora no puedo creer que todo esto me haya sucedido precisamente a mí.

El lunes 22 de junio en la noche comencé a sentir contracciones, algo bastante raro porque apenas contaba con 29.4 semanas de embarazo. Nos fuimos al hospital y la doctora que me atendió me dijo: no puede ser! tienes 2 cm de dilatación y no hay incubadoras disponibles. Ante esto le pregunté por mis opciones y al decirme que era posible detener el trabajo de parto decidí quedarme en el hospital. Efectivamente lograron detenerme las contracciones, me hicieron algunos análisis de laboratorio y todo salió de maravilla. Salí aún embarazada de ese hospital el jueves 25 en la tarde.

Ese mismo día en la noche las contracciones volvieron, y yo volví al hospital con la esperanza de que me las volvieran a detener. En la sala de observación mientras esperábamos que las contracciones se calmaran con el medicamento, se me rompió la fuente, rompí bolsas o como quiera que se diga. Me hicieron una cesárea de emergencia el viernes 26, apenas pude ver a mis pequeños, ambos con dificultades para respirar, uno más grave que otro.

No había incubadoras para mis niños, ni siquiera espacio, estaban recibiendo atención en el mismo quirófano y después en un pasillo. Ante esto mi esposo pidió un traslado pero en ninguno de los hospitales que cubría el seguro tenían espacio. Así que se los llevó a una clínica particular.

Yo salí del hospital el domingo 28 en la noche. El lunes en la mañana fui a ver a mis pequeños, uno estaba evolucionando de maravilla. El más pequeño, Ariel, tenía aún muchas complicaciones pero yo le hablé y le dije que le echara ganas, que pronto saldríamos de ahí. Los vi ese mismo día en la tarde.
Fui el martes 30 a verlos y Ariel estaba muy inestable, con muchos altibajos. Lo vi muy inquieto, tratando de quitarse los tubos de encima; traté de calmarlo, le dije que estaría bien. Ese mismo día en la tarde volví y no me dejaron entrar, había mucha gente antendiendo a mi pequeño, el doctor no llegaba y las enfermeras empezaban a gritarse entre sí. Yo estaba en el sillón de afuera diciéndome a mí misma que eso no estaba pasando; le exigí a Dios que me lo dejara, que sería la mejor madre del mundo. EL doctor llegó a hacer lo suyo mientras yo continué exigiendo la vida de mi hijo.
Así pasaron dos horas, a las 7 de la noche me llamaron, entré y el doctor con un poco de lástima y resignación me dijo: Señora, falleció el bebito, hicimos lo que pudimos. Toda mi vida se derrumbó en ese momento, me quería morir para no dejarlo ir solo. Entré sin dejar de llorar, acaricié a mi hijo. Una enfermera lo desconectó de todo lo que traía puesto para que yo pudiera abrazarlo, me lo entregó en los brazos y así lo tuve cerca de tres horas. Aún tengo la imagen de su cuerpecito pálido, maltratado de tantas agujas, tubos, tela adhesiva. Llegó mi esposo, juntos nos despedimos de él, con el alma hecha polvo y las mejillas empapadas le dimos la bendición y nos lo quitaron para arreglarlo.
A esa hora ya estaban afuera mis padres para arreglar lo necesario para el funeral; Ariel fue colocado en una cajita blanca y llevado a la funeraria. Cuando llegamos ya estaba gran parte de ambas familias y algunos amigos. Yo seguía exigiéndole a Dios que me entregara a mi hijo. El tiempo que estuvimos ahí fue mucha gente a dar sus condolencias, honestamente no lo esperaba porque nadie conocía a Ariel, de hecho algunas personas se enteraron que ya habían nacido para saber que uno de ellos ya se había marchado.
Fue duro ver cómo la tierra iba cubriendo la pequeña cajita blanca poco a poco, yo quería a mi hijo conmigo. Cuando todo acabó descansé y me dio remordimiento de conciencia porque Max seguía en el hospital y él también me necesitaba. Respecto a él me dijo el doctor: éste sí se lo entrego vivo. Max ha evolucionado muy bien, ya respira por su cuenta, voy a verlo todos los días pero estoy buscando la posibilidad de regresarlo al hospital donde nació porque donde está ahora no me da más que desoconfianza.
Durante el día soy una mujer repuesta, porque mi hija debe verme fuerte, yo creo, ya me vio llorar suficiente. El día es para la mujer que lo ha superado todo. En la noche, ya que todos duermen me derrumbo y vuelvo a llorar. De noche me vienen muchos sentimientos; de culpa porque pienso en todo lo que pude haber hecho para alargar mi embarazo, pienso en que debi haber ido a otro hospital, no sé cual pero cualquiera que no hubiera sido ese; me da coraje con todos los que atendieron a mi bebé porque estoy segura de que no hicieron todo lo que estaba en sus manos. Cuando alguien nuevo llega, el doctor presume de haber salvado a muchos niños prematuros y no puedo dejar de reprocharle que al mío lo dejó morir.
Sobre todo el sentimiento de vacío es el que me persigue. A mí me sigue haciendo falta Ariel, yo estaba embarazada de dos bebés, di a luz a dos bebés y debí haber salido de ese hospital con dos bebés. Sigo exigiéndole a Dios que me lo devuelva.
Busco una explicación a todo esto, yo sé que todo esto tiene un propósito, que algo tengo que aprender pero aún no sé qué es. La gente me dice que Dios sabe lo que hace pero eso no me basta, yo también quiero saber porqué no fui digna de quedarme con ambos gemelitos. Me dicen que algo mejor vendrá pero no sé cómo me daré cuenta si ahorita nada es lo suficientemente bueno. ¿Cómo seguir viviendo, cómo volver a disfrutar de las cosas de la vida?
Solamente cuando estoy con Angela o cuando voy al hospital a ver a Max es que logro olvidarme un poco de todo lo que me duele; el inmenso cariño de mi hija y los pequeños logros de mi bebé me hacen sentir que la vida sigue. Pero estar conmigo misma se ha vuelto tóxico.

29 mayo, 2009

Segunda ronda

Hace 6 años nació mi pequeña Angela, después por varias razones (una a la vez) postergamos los planes de tener otro bebé. Por fin nos aventamos, me quité el dispositivo intrauterino pero nada sucedía; dejamos de pensar en eso. Cuando menos lo imaginábamos, una noche de año nuevo compré una rpueba de embarazo que dio un resultado positivo. Nos llenamos de alegría.

Las sensaciones esta vez fueron diferentes, ya no me sentía ante lo desconocido y estaba convencida de que no volvería a cometer las mismas fallas (no tan graves) que con Angela, me sentía en tierra firme, en un puerto seguro, sin incertidumbres.

Hace un mes cumplí 6 meses de embarazo y tuve mi primer ultrasonido, yo iba decidida a preguntar por el sexo. Salí de ahí con alma de primeriza, pues me dieron la gran noticia de que son DOS VARONES. Sí, tendré gemelitos. No está de más decir que me desbordé de alegría, esparcí la noticia en cuanto pude.

Nuevamente me siento ante lo desconocido, con muchas espectativas y feliz. A Angela le divierte la idea, se ve que los amará. Mi esposo está feliz, con un poco de preocupación pero feliz. La vida nos dio una gran sorpresa, y a mi me encantan estos giros inesperados que da la vida.

Ahora me dedico a buscar información sobre embarazos múltiples y crianza de gemelos, así que si alguna de ustedes conoce una página de internet, blog, foro, le agradecería me pasara el link. Y si alguna de ustedes es madre de gemelos me encantaría establecer contacto.

28 enero, 2009

..._ _ _ ... _ _ _ (S.O.S)

COMO HAGO PARA ENTRETENER A UN NIÑO DE 7 AÑOS?


  • COLONIAS DE VACACIONES

  • SALIDAS

  • PARQUES

  • ACADEMIA DE NATACIÓN

  • BIBLIOTECAS

El aburrimiento que tienen los niños cuando terminan la vorágine de el año escolar es monstruoso. Despues de correr del cole a hacer algun deporte, idiomas, o lo que sea, viene una época donde no existen obligaciones de ninguna especie. Es en ese preciso instante en el que se convierten en tiranos demandantes.


Mas grave aún, es el caso de mi pobre Jeremias que es unico hijo, así que ni siquiera tiene hermanos con quienes jugar.


Lo que veo en Posadas, Misiones, que es donde nosotros vivimos, es que la oferta de actividades, salvo que una disponga de vehículo y de dinero (no es mi caso) es nula. Resulta imposible gastar casi cuatrocientos pesos en una colonia de vacaciones que lo lleva a las ocho de la mañana y lo trae a las cinco de la tarde durante diez dias hábiles. Me parece un robo.


Por otra parte, cada salida significa que que el niño vague a gusto y paladar para luego proceder a ingerir algun tipo de refrigerio.


Los parques tienen los juegos en una estado CASI calamitoso.


La mejor opción de todas es que Jeremias aprenda a nadar, asi por lo menos no conoce el pánico que tengo yo.


Con respecto a los libros, Jeremias se lee desde los diarios, pasando por atlas y libros de variada temática.


ALGUIEN TIENE ALGUNA OTRA IDEA???