11 mayo, 2007

Antes.

Que pasó?
Tengo 33 años. Mi familia fue siempre clase media.
Creo que tuve 2 Barbies, y a eso de los 12 años.
Uno de los paseos familiares era ir un domingo cada tanto al Italpark.
No tenia compu, ni Playstation, lo más parecido a eso era el "Simon" o el "Pocketter".
Nunca fui a una colonia de vacaciones.
Mis viejos me llevaban al cine "los Ángeles" cuando era el estreno anual de alguna peli de Disney.
Fui al teatro siendo "grande".
No había Mc Donalds. Solo Pumper Nic y era todo un evento ir.
Lo más parecido a un pelotero era la plaza del barrio.
Las salidas del fin de semana eran decretadas, elegidas y fiscalizadas por los "grandes".
No se nos ocurría exigir, recreación.
Tenia que "entretenerme" con los juguetes que tenia y con mi hermana (siete años menor!).
No había cable y mucho menos un canal que transmitiera 24 horas al día dibujitos. Esperaba con una ansiedad incontrolable, las 5 de la tarde que empezaba "Telejuegos" con Gachi Ferrari.
No había tantas golosinas, y las "mielcitas" eran todo un manjar.
Los cumpleaños eran en casa y con algunos compañeros y primos, no se nos ocurría contratar música con animación e inflable.
No tenia grandes placeres, pero cuando eran, eran.
No me acuerdo de haberle dicho a mamá "estoy aburrida", simplemente porque eso no ocurría. Siempre había algo que hacer, que pensar, con que jugar.
Donde quedo todo eso? Cuando nos empezamos a transformar en esclavos del aburrimiento de nuestros propios hijos? En que momento los fines de semana se convirtieron en una maratón de salidas, cumpleaños, funciones?
Fue la culpa de la presencia parcial, lo que nos jugó en contra?
Esta bien, que una chica de 6 años se despierte un sábado a la mañana preguntando "cuales son los planes para hoy?, a donde vamos?, estoy aburrida".
Donde está el limite?
Desde cuando y por que, permitimos que dos personas que no llegan al metro de estatura, digiten nuestro tiempo?
Está bien?
Me pasa solo a mí?

07 mayo, 2007

La botonera infantil

Hoy estaba chateando con una cyberamiga, madre de una niña de 10 meses, que en medio de la charla tuvo una idea muy ingeniosa. Me preguntó: Cómo? tu hijo no trajo botón on/off?.

Pensándolo bien, estaría bueno. Y como me quedé pensando en el tema, recién estaba en el baño y se me ocurrió como perfeccionar el invento. Deberían venir, además,con un administrador de tareas tipo Windows y un control de volumen. Entonces sería, ponele, como cuando tu computadora anda lenta. Que es lo primero que hacés? Apretás CTRL/ALT/DEL, obviamente. Pero no tenés nada para FINALIZAR TAREA, entonces vas a PROCESOS y ves un PROCESO INACTIVO DEL SISTEMA que ocupa nosecuantos miles de MB ...lo finiquitás, y listo el pollo. Volves a volar por el cyberespacio como si nada hubiera pasado. Que lindo sería que con los pendex fuera igual. Si pudiéramos resolverles la chinche cotidiana, así nomás...Por esto, para volver al tema que nos compete, me pensé unos casitos prácticos. Ahí van:

Caso 1) Tu hijo tiene uno de esos días en que (para decirlo mas finamente dada mi escasa antigüedad en este blog) no hay pito que le venga bien. Ya comió, ya lo cambiaste, ya durmió, lo tenés a upa...pero no, no sabes que mierda le pasa. Vamos a CTRL/ALT/DEL, LLANTO, FINALIZAR TAREA. Chau picho. Calladito como un santo.

Caso 2) Charla jugosa con una amiga aprovechando bebé dormido. De repente empieza a quejarse y romper las guindas porque se despertó. Sale botón MUTE por un rato y santo remedio. Podés concentrarte en la conversación sin especular sobre en qué momento el quejido se convertirá en gritos inaguantables.

Caso 3) Visitas molestas que no se van más. No tenés ganas de atenderlos, pero no se hacen cargo. Vas al tablero de control, buscás icono "CHANCHO EN MATADERO, CONTROL DE VOLUMEN: MAX" y tu hijo los ahuyenta por vos.

Caso 4) Situación similar a Caso 1, salvo que el administrador de tareas se te colgó y no lográs resolver nada. Apretás RESET y vuelve todo a la normalidad. Arranca perfecto y dócil como un cordero.

Caso 5) Intentás retomar por enésima vez tu casi inexistente vida sexual posparto, aunque más no sea para revertir su tendencia a cero. Aprovechás porque creés que tu bebé está dormido. Pero no, cuando estás en lo mejor (para vos, obvio) llora como un hijo de puta (que sos vos, pero es el primer insulto que se te viene a la mente). Ahí nomás y sin pensar, apretás el botón OFF.

04 mayo, 2007

Desesperación.

A poco no hay momentos en que sientes que no puedes seguir en ese lugar, necesitas moverte, pero ohh confsión, estás en la oficina, no puedes andar de arriba a abajo, ayyy que nervios y QUE DESESPERACION. Me siento confusa,nerviosa, desesperada, mañana tengo una fiesta muy importante y para no variar, un canijo grano se posó en mi barbilla -mentón- y se quiere ver horrible, y digo que se queire ver porque no lo quiero dejar salir, no inventes!! cómo voy a ir con ese condenado granote ahí, ya lo veo, casi lo puedo palpar, listo para la foto, ay no, que horror :(
Ya me quiero ir a casa, ver al pequeño, jugar tal vez, y ordenar un poco la casa, con eso que es viernes, empieza la labor hogareña, me siento como Cenicienta. Plop

01 mayo, 2007

El nombre del hijo (II)

Ahora que lo pienso, no es casual que la primera entrada la haya publicado un 7 de abril. En esa fecha nació mi abuela materna, Dominga Pascuala. ¿Adivinan por qué se llamó así? Adivinaron: nació un Domingo de Pascua. Ya conté la historia del cambio de mi nombre en el momento del registro. Con mi hermana pasó lo mismo, se iba a llamar Viviana nosé qué más, y terminó siendo Silvia Viviana por esos revires de mi viejo. Mi mamá se enteró de la nueva denominación al ver los documentos.
En la familia de mi esposo las cosas no son del todo mejores. Él y su padre comparten el Luis, uno es Alberto y otro Alejandro, de modo que la única manera de saber a quién corresponde abrir la carta del banco que está rotulada como urgente es comprobando los números de cuenta. Sobreabundan los Luises y Alejandros en la familia de mi esposo. Y la manía extraña de llamar al primer hijo como el padre. Es medio vergonzoso para mí llamar a un pariente y decir: "Hola, soy Graciela, la esposa de Luisito..." Ni qué hablar de estar aclarando constantemente a qué Luis me refiero cuando hablo de un comentario o hecho, siendo que comparto varias actividades con mi suegro es necesario el dato.
La cuestión del nombre tiene mucha tela para cortar, como verán. Siempre está el prurito a los motes o burlas que pueda generar el nombre elegido. Mi amiga estaba embarazada de mellizos. Dos varones. Me mandó un mensajito al celular diciendo que uno de ellos se llamaría Juan Bautista, yo se lo respondí muy contenta y entusiasmada con un chiste sobre perder la cabeza por una Salomé y qué sé yo qué otra huevada. Apenas presioné el YES para enviarlo, me dí cuenta de que podía ofenderse. Y se ofendió. Mucho. Perdón, Paula. Su otro hijo se llama Ignacio. Todos lo llamamos Ignacio, pero quizás de más grande opte por el temido "Nacho". Así como yo me resistí durante mucho tiempo a que relacionen a mi primogénito con un palmípedo para que él hiciera suyo el mote, así de inexorables son las aceptaciones de los apodos ¿no?.
Mi cuñado y su esposa eligen llamar a su hija (primera mujer nacida en esa generación) Olivia. Mandan mail: "Olivia, pero no como la esposa de Popeye, como Olivia". Cuando leímos el mail nos quedamos de una pieza y empezaron a surgir de nuestro inconciente miles de derivaciones de Olivia: Olivia de Havilland, Olivia (libro del FCE), aceite de Olivia, Caleta Olivia, Olivia Newton-John (y Neutron Bomb, por supuesto)...
Un sobrino se llama Marco. Así, sin ese. No es Marcos, es Marco. Marco Sinese. Já.

¿Qué nos pasa a los padres cuando vemos que alguien hace una asociación, un chiste (que no una burla) con el nombre de nuestro hijo, ese nombre que elegimos tan cuidadosamente? Nos pasan muchas cosas, sin dudas, nos da miedo, bronca, duda, ganas de protegerlo del daño que les pueda causar... Ojo, no estoy dando ejemplos de nombres como Fructuoso, Soledad Dolores del Solar, Epaminondas, o cualquier nombre que mueve a la risa de por sí. Nombres normales, por todos conocidos...

Cuando iba a nacer Martín hicimos la consabida listita. Algo le preguntamos a Patricio, pero todavía era muy chico y le daba lo mismo cómo se iba a llamar el intruso. Perdón, el hermano. En esta lista estaban otra vez nombres que ya habían aparecido con la elección anterior (tenía a Iván entre ceja y ceja, ustedes entenderán). Pero también aparecían otros nombres, ahora ligados a personajes, rostros, situaciones. Martín era uno de ellos. Había sido mi alumno en la catequesis de Primera Comunión. Un pibe muy especial, tenaz, creativo. Sus padres eran agnósticos, aún así él insistió en hacer la catequesis. Y tomó la Comunión con todas las de la ley. Años después me lo encontré, no siguió practicando pero nunca se arrepintió de esa pequeña decisión que tomó a los 8 años.
Y Martín fue Martín entonces. Claro que nos faltaba el segundo nombre. No era cuestión de tener un Patricio Andrés y Martín Asecas. De eso veníamos hablando con Patricio una tarde al regreso del jardín cuando compartimos el ascensor con una vecina:
-¡Qué lindo!, ¿vas a tener un hermanito o hermanita?
-Hermano -(Patricio siempre fue de pocas palabras)
-Ah, ¿y cómo se va a llamar?
-Martín, se llama Martín. Pero el apellido no lo sabemos todavía.