04 noviembre, 2005

De parto

Hace cuatro años, más o menos para esta época(para mi fue exactamente el 1º de noviembre), Abril fue concebida por obra y gracia de Marcela ( o sea yo) y Gustavo (mi marido).
Hace cuatro años, más o menos para esta época, todo en el país se estaba yendo al carajo, por obra y gracia de los políticos de turno.
En el trabajo me estaban pagando en cómodas cuotas y corría el rumor de la quiebra. Teníamos un departamentito alquilado y el inquilino se fue, con lo cual se incrementaban los gastos de mantener un depto vacío. Imposible volver a alquilarlo con las condiciones económicas que imperaban en el país.
Mal momento para que aparecieran las dos rayitas en el test de embarazo. Pero aparecieron con un fucsia violento antes del tiempo que decía el prospecto que tardaban en aparecer.
Sí, estaba embarazada por segunda vez. Y lloré, no de emoción ni de alegría, sino de angustia. ¿Cómo íbamos a mantener otro bebé si a duras penas podíamos hacerlo con Sol, de un año? ¿De dónde íbamos a sacar plata para los pañales? ¿Y la leche? ¿Y la guardería?¿Y la Obra Social?
- No te preocupés, ya nos vamos arreglar- me dijo Gustavo, no sé si de inconciente o para consolarme.
Tardé como dos semanas en caer, y me inundó una alegría enorme.
Después vino el 20 de diciembre, incontables presidentes de un día, aparecieron los patacones y los lecops. Encima la Obra Social me comunicó que había reducido la cantidad de leche en polvo que daban a los recién nacidos a la mitad.
Fue una época muy dura por la incertidumbre, el no saber que iba a ser de mi familia, el no tener un mango partido al medio. Fue una época en que lloraba abajo de la ducha abrazada a mi panza, cada vez más protuberante, para que nadie me viera y se preocupara (maldita costumbre de masticármela sola). Solamente Abril, nadando adentro mío, sabía lo que me pasaba.
Hubieron momentos de gloria, como el día que me quedaban $2 en el bolsillo y encontré $20 en la calle, o cuando en el Supermercado y en el Jardín empezaron a aceptar patacones.
Me volví creyente y rogaba a Dios que pudiera tener mucha leche durante mucho tiempo para mi nuevo bebé.
A medida que los meses pasaban las cosas se fueron acomodando un poco.
-Viste que vienen con un pan abajo del brazo!- me dijo Gustavo un día, nuevamente no sé si de inconciente o para consolarme. Pero a los pocos días apareció una Sra. que alquiló el departamentito.
Una mañana muy fría de julio, faltando tres semanas para la fecha de parto, fui a control acompañada por mi papá.
-Qué buena dilatación que tenés- dijo el obstetra
-Por qué no sacás la mano- pensé yo
-Estoy esperando a que tengas una contracción (como si me hubiera leído el pensamiento) Estás más o menos con seis, va a nacer en cualquier momento.
-A la mierda !!- pensé yo
Salimos corriendo con mi viejo a buscar los bolsos y a avisarle a Gustavo que me tenía que internar, que fuera rápido para el sanatorio.
Me interné sin sentir absolutamente nada de dolor, tenía contracciones de esas que te ponen dura la panza, nada más. Como que Abril, que sabía cuanto había sufrido durante el embarazo me ahorraba el sufrimiento del parto.
Me pusieron goteo y ahí sí, tres contracciones me retorcieron cuerpo y alma, camilla a lo fórmula uno, sala de partos.
- No pujés, no pujés que falta el médico!! - imploraban las enfermeras
-Cómo se ve que vos no estás pariendo, la que te reparió - pensaba yo mientras hacía fuerza con el primer pujo.
-Pará un poquito que ya viene!!- seguía el ruego del personal no médico
-Las pelotas!! que llegue para cortar el cordón, sino que lo corte Gustavo que es casi veterinario- pensé yo, con el segundo pujo.
-Dale que ya salió la cabeza- Gritó Gustavo
Abrí un ojo y lo ví parado al costado de un tipo con gorrito verde (el médico).
-Menos mal que llegaste hijo e una gran- pensé mientras hacía fuerza como si fuera la última vez.
Y escuché ese glorioso chillido como de gatito, y sentí el calorcito del cuerpito pegajoso, y sentí por afuera de mi panza las pataditas que había estado sintiendo adentro durante tanto tiempo.
Y lloré toda la alegría y la emoción contenida durante casi nueve meses mientras abrazaba con todo mi amor a mi gordita cachetona.

6 comentarios:

m a dijo...

Si que fueron tiempos difíciles!! Lo que más me jode es que me impidieron disfrutar el embarazo a full. Pero valió la pena. Sabés cuando lo valoro más? cuando Abril viene, me abraza y me dice "te quiero hashta el shielo". Ahí me desarma.
Besos

Reina dijo...

chicas,me quede pensando lo angustiante que es la incertidumbre. Yo tuve a los muchachos el 20 de julio del 89. HIPERINFLACION!!!, una bolsa de paniales costaba ahora 1 y dentro de media hora 20, era de locos.Durante un anio (el teclado se desconfiguro) lave paniales de tela para dos!! si me tocaban tres dias de lluvia quedaban en cuero.Eso y la falta de suenio era como si hubiese estado unos meses en el infierno.

m a dijo...

El culito de Abril no conoce lo que es un Pampers ni lo que son las toallitas húmedas. La pasamos a óleo calcáreo, algodón y pañales berretas. Suerte que a los dos años clavados aprendió a pedir.

Gragry dijo...

Cuando el dólar pasó de 1 a 4 pesos Tomás dejó los pañales. Así, de una. Y recuerdo que fuí a Jumbo, me paré delante de la góndola con los Pampers (ya a 15 pesos) y me puse a bailar con mis hijos "Tomás no usa pañales, Tomás no usa pañales".
Fue una de las danzas más gozosas de mi vida.

Una Pepina dijo...

cómo te entiendo,
tengo deja vouz,
Besos y abrazos
Una Pepina

Verónica Sukaczer dijo...

Qué linda historia "paridora", Marce. Creo que cada una tiene que ir contando las suyas. Todo parto es una historia. Y sobre pañales... yo tenía a los dos con pañales cuando llegó huímos -o nos echaron- de la convertibilidad. Ari era un bebé, no podía hacer nada. Pero Alan ya tenía más de 3 años (sí, los míos sufrieron un atraso de control de esfínteres). Así que lo miré, le expliqué economía básica, y le saqué los pañales sin más. Por suerte ya estaba preparado y luego de unos días de andar con el trapo de piso por toda la cosa, entendió cómo funcionaba el asunto. Así que yo puedo decir con orgullo que la debacle del país sirvió para que mi hijo dejara los pañales.