21 mayo, 2008

¿Dónde compro la paciencia?

Soy una persona muy paciente, me han dicho que pocas personas son tan prudentes como yo. Hay quien lo ve en mí como una virtud y hay quien piensa que me falta caracter.
Ahora que hay dos niños más bajo mi cuidado he sido puesta a prueba . Por primera vez tuve miedo de mí misma, porque me dieron ganas de pegarles a los niños; pero no darles una nalgada, sino de golpearlos hasta el cansancio. Obviamente no lo hice pero me desconocí por la simple aparición de esos pensamientos. Yo solamente pierdo el control cuando estoy en el baño y alguien me llama, y no se diga si se atreven a tocarme la puerta; eso todo el mundo lo sabe, por eso nadie se atreve a molestarme cuando estoy satisfaciendo una necesidad fisiológica.
Hoy preparé a los niños con toda la tensión y el ajetreo de cada mañana, los dejé arreglados para preparar el almuerzo. Al terminar subí por ellos y encontré desde la escalera un caminito de talco hacia el cuarto, abrí la puerta y ¿qué vi? La cama tapizada de talco y los niños blancos como fantasmas desde la cabeza hasta los pies.
En 20 minutos tuve que cambiarlos a todos nuevamente con su respectivo y enérgico regaño. Al principio me puse a gritar, después tranquilicé mi voz, solamente mi voz porque toda yo estaba llena de desesperación y coraje. Ellos lo notaron porque el resto del tiempo estuvieron calladitos, ni una sola palabra dijeron. Incluso desayunaron sin dejar de verme fijamente, asustados. Les dije ¡desayunen! y enseguida tomaron un bocado, como soldaditos.
Para colmo, Angela no traía zapatos y no se había atrevido a decirme que no los encontraba. Error. Volvió a encender la dinamita, sólo que esta vez en lugar de gritar le dije al oído: "pues los buscas y te los pones porque si no, te vas descalza a la escuela". La pobre tardó horrores en encontrarlos; no terminó de almorzar.
Todos los niños se fueron a la escuela cabizbajos, con restos de talco en el cuerpo. Yo regresé a la casa ya sin energías, con restos de enojo y un poco de cansancio.

5 comentarios:

Irene dijo...

Gabriela: todas las madres perdemos la paciencia de vez en cuando... y después nos arrepentimos. La que dice que jamás se enoja o grita, no dice la verdad.

Veroka dijo...

Además, para qué ocultarlo? nuestros hijos nos verán como personas de carne y hueso y no como máquinas, ellos también tendrán permiso para sacar a pasear su enojo.

Gabriela dijo...

Estoy de acuerdo en que nuestros hijos sepan cómo nos sentimos, eso les ayudará a manejar sus sentimientos y expresarlos.
El perder la paciencia no nos hace malas pero ya después se siente remordimiento al recordar sus caritas de espanto o de tristeza.
Me he dado cuenta que el perder la paciencia con mis hijos postizos (sobrinos) me ha hecho tener más paciencia con mi Angela y valorarla más. ¿Por qué siempre nos consolamos al saber que los hay peores?

Veroka dijo...

A mí no me consuela saber que hay peores, a mi me tranquiliza saber que a otras mamás les pasa lo que a mí. Yo trato de ser paciente con mi hijo, pero hay momentos en los cuales "se me vuelan los pájaros" y que le voy a hacer, soy humana! Mientras no sea lo habitual, todo bien.
Saludos!

Maria Lopez dijo...

Probablemente nos consuela saber que nuestras imperfecciones son las de todas, que es parte de ser mamá, que no es la consecuencia de algo que estemos haciendo mal sino simplemente de la naturaleza de aquello a lo que estamos expuestas. Y fundamentalmente, que si desbordamos es porque estamos ahí... todos los días: armando el "soporte" para que los cachorros no se caigan en el vacío que dejaríamos si cometemos el error de corrernos de la situación de desborde.
besos grandes