- Mi casa está en una de las orillas de la ciudad, aproximadamente a 20 km del letrero que desea feliz viaje.
- Por cuestiones prácticas me vine a casa de mi madre, lo que se supone haría más fácil la labor porque queda más cerca de todo.
- En casa de mi madre viven 4 adultos (madre, padre, tía, hermana) que a veces dan más problemas que los niños.
Desde que empezó esta odisea, cada adulto se fue deslindando de responsabilidades. El motivo: "Gaby ahorita no está trabajando, no hace nada y está todo el día en la casa". Como si hacer la tesis para obtener el grado de licenciatura fuera una pachanga. Aún así mi naturaleza solitaria agradeció la ausencia de mis cohabitantes.
Mi madre cesó de dejarme la comida semipreparada y dejó de ayudar con los platos. A mi padre hay que cuidarlo del azúcar porque solo no puede, es como un niño de 60 años. Mi tía es como una adolescente que sólo llega a dormir, siempre lo ha sido. Mi hermana ya no deja ropa para sus hijos, debo buscar hasta debajo de la cama y encontrar un par de calcetines es toda una misión. Todos llegan a la casa y cada quien a su cuarto, por lo que cuando tengo un relevo, lo tengo a las 6 de la tarde.
Eso no es problema para mí, puedo hacer todo mientras nadie me moleste. Lo difícil es tener a los adultos cada vez más presentes. Hacen reclamos sobre la comida, la limpieza, el cuidado de los niños. Se comprende que teniendo niños es imposible mantener la casa limpia todo el día, además son NIÑOS y mientras lo sean harán travesuras; y mientras yo sea adulto seguiré regañándolos aunque no quiera, al menos para que sepan que estuvo mal.
Hace cuatro días mi padre les dio chocolates; me aceptaron al comida hasta las 5 de la tarde. Me hicieron travesuras en la cocina y los saqué para poder limpiar y servirles otra cosa pero hicieron otra diablura y otra. Dieron las 6 de la tarde y ellos sin comer.
Los adultos salieron de sus cuevas y lo primero que pensaron fue que por las travesuras yo los había castigado sin comer. Me regañaron cual niña enfrente de todos: "eso está mal, así no se castiga a un niño, con comida nunca", "porqué no le diste una limpiadita aquí" "hay muchos trastes" "¡Qué desastre!" Me bombardearon y no me dieron oportunidad de decir una sola palabra a mi favor. Cuando pude salí corriendo.
Deserté. Desaparecí dos días con mi hija para tranquilizarme, al volver me encontré con la ofensa más grande que me hayan hecho: mi hermana se acercó, me colocó un billete en la mano y me dijo "ten, para que ya te calmes". Hay cosas que no pueden pagarse con dinero y es una gran tontería tratar de hacerlo. Sin aceptar el dinero me quedé (sí, soy dócil) y todo había cambiado: los adultos comenzaron a cooperar con un poco de ayuda pero bien reza el dicho "mucho ayuda el que no estorba". Lo cierto es que el clima no dejó de ser incómodo después del incidente.
Ahora mi hija me ha pedido con lágrimas en los ojos que volvamos a nuestra casa que, aunque lejos de todo y reducida en espacio, es nuestro mundo. Tres personas que quiero me necesitan: mi hermana, mi hija (desatendida en las últimas semanas) y yo. Tomé la decisión de seguir en casa de mi madre hasta que comience el verano, junto con la primavera salgo por cuarta vez de este lugar.
Comencé con mucha voluntad la tarea de hacerme cargo de dos niños más, pero no contaba con los adultos. Necesito empezar a buscar razones para no sentirlo como una derrota, como un fracaso, una falla. Y sólo espero que nadie se sienta ofendido por mi partida.
2 comentarios:
Querida Grabriela... si tu "adopción" circunstancial me pareció un exceso admirable, pero exceso al fin... tu decisión de hoy me parece muy saludable. Ni fracaso, ni falla... probablemente tu partida genere tensiones pero eso es sólo indicio de lo necesaria que estabas siendo: ¡que la ausencia se note! Ojalá recuperes la paz pronto.
besos grandes
Gracias María, al fin me encuentro en paz. Sin internet las 24 horas, sin televisión por cable, sin los centros comerciales a 10 minutos, sin el deportivo a un par de calles; pero en paz.
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