17 marzo, 2006

el otro jardin

Hace tiempo que no escribo. Me costaba pensar cómo contar algunas cosas, cómo ponerle palabras. El post de Daisy me ayuda -en algún sentido- y me angustia mucho en otro.
Acá voy en el intento de darle cuerpo a la experiencia nueva, feliz y devastadora a la vez.
Hay jardines y jardines. Mis cuatro hijos fueron de los que al llegar al jardín en sala de tres, el primer día lloraron a mares cuando tuvieron que irse. Supongo que sería porque a todos les gustaban mucho otros chicos: Lucía tuvo record de horas plaza antes de ir al jardín, los gemelos eran siempre dos, y laura ya tenía hermanos y amigos de los hermanos y primos y .......
Cuando Martín murió fue doloroso para todos porque es una clase de despedida sin vacilaciones (ya les conté de eso y no tengo nada más que decir). Se sabe que es un final y que no hay regreso posible, ni encuentro futuro. Que todo lo que tuvimos, fue.
Lucía se fue a vivir sola a los 18 años, precozmente independizada por sus padres, sabiendo que si la 'manteníamos' estando en casa, era injusto sacrificar su derecho y su necesidad de espacio propio y de intimidad a condiciones tales como 'hasta que te mantengas sola'. Ok, la ayudamos bastante pero ya es una mujer que se las arregla solita, terminó la facu y labura. Deberia decir que cada renovación de alquiler fue viniendo más cerca de casa y que ahora es mi vecina del 6to. "B", pero eso no hace sino mostrar que la separación resultó cómoda.
Laura está en cuarto grado, o sea, también va al colegio contenta y camina sola las dos cuadras que hay entre su escuela y la casa. Está grande y creciendo no en santidad pero si en belleza y picardía. Juan está en quinto año. Hasta acá podría creerme una mujer que pasó las separaciones de sus hijos con más o menos dolor o felicidad pero que ya estaba todo vivido al menos una vez y era acervo de experiencia.
NO, NO, NO.
Estoy devastada y sorprendida ingratamente por mi propia vulnerabilidad. Me pongo mal apenas intento pensar qué mierda me pasa con ésto que vivo ahora, cómo es que me duele tanto, cómo me creí tan canchera, cómo me agarró mal parada...Estoy tan triste que el relato de Daisy me hace llorar a mares. Hay jardines en los que se entra para quedarse, para no volver más, para no querer el regreso a casa por nada del mundo. Juan entró al jardín de las delicias, mordió la manzana, jugosa, roja, fresca.
Juan a los 16 años está estrenando el amor, está entregado al encantamiento de un cuerpo de mujercita, al sopor de ensueño permanente, al arrullo de su voz de sirena. Es conmovedor saber que el que fue mi bebé, está descubriéndose hombre pequeño con un porvenir delicioso y extenso. Es feliz, está enamorado por primera vez y correspondido con una intensidad fervorosa, afiebrada y festiva. No hay cómo decir lo bien que me hace saberlo crecido, capaz de hacer feliz a alguien, que ella sea un encanto -o lo sea para él-, no puedo no ser feliz.
Sí. No.
Todo bien, porque ante todo me muestro y quiero sentirme políticamente contenta. Qué más pedir para un hijo que sea amado? eh??. No sé, pero estoy como si me hubiera pasado un tren por arriba, como si un aluvión me emparara el alma. Triste, tristísima, se que lo que había entre nosotros dos (ese amor único de la madre con su hijo varón) no vamos a tenerlo más. Haber probado el fruto de ese árbol hizo que Adán se descubriera desnudo, tuviera verguenza y se cubriera sus genitales.
Algo así; ese niño con quien tuve el amor más intenso, sólido e íntimo durante tantos años. Ese con quien compartí el trío que fuimos durante mucho tiempo. Ese a quien consolé y por quien temí más que por ninguno de los otros de la familia, cuando su gemelo murió. Mi otro hijo. El rubio peludo de 1,90 que me hacía upa para molestarme cuando lo retaba. Ese ya descubrió la intimidad del amor, y el pudor. Levantó entre nuestros cuerpos una pared emocional que nos preserva a la vez que nos distancia. Que nos cuida, que nos hace madurar a la vez que nos niega satisfacciones tan elementales.
Juan está en el jardín de las delicias y ese sitio es para siempre sin mí. Estoy haciendo un duelo distinto a todos los anteriores que hice frente a cada destete, inicio de clase, ir solos al cole, mudarse o incluso morirse. Este duelo del fin del amor pueril con un grandote que superó el edipo hace rato pero con quien nos permitíamos algunos escarseos, es definitivamente un punto final.
Los otros días recordaba que sería más o menos a los 9 años cuando ya no vi más a mi hijo desnudo, recordé que no sabía cómo era su cuerpo de púber, que nunca lo había visto desnudo desde entonces. Recordé cuando era bebé, cuando era chico, cuando nos atamos a la vida y la risa, para no dejarnos ir tras la tristeza de la ausencia de Martín. Recordé cuando ya no hablábamos de él como de un gemelo, cuando pasó a ser MI HIJO VARON. el único.
A cada rato me topo con papeles declarándome su amor, dibujitos de corazones hechos por sus manitos cuando, inocentes, ni pensaban en las curvas de Irina.
Este es un momento difícil y mágico, único creo. Cuando lucía descubrió el amor lo hizo con eso que tenemos las mujeres: más confesiones arrebatadas, emociones encontradas, preguntas y respuestas, complicidades y recaudos de género. El paso de niña a mujer es temprano pero también nos dio más tiempo para compartir y charlar, para verlo venir. El amor que Lucía como mujer tiene por su chico no modificó ni un poquito su contacto conmigo, lo intensificó en todo caso, buscó mi palabra, mi abrazo ...Juan no. Juan un día dejó de ser un niño, incluso un púber adolescente erotizado al divino botón onanista y secreto, para ser un chico enamorado de una chica real.
- Má, estoy saliendo con Irina
- ah!, congrats! Juan ...qué bueno
- sí, nos re amamos.
- qué bueno, bombón, qué bueno!!.
Y no me animé a abrazarlo, no me animé a llorar delante de él, no le diría nunca que lo extraño como no extrañé nunca a otro. Cuando tenía 10 años el hombre que entonces amaba -mi papá- se mató por amor a otra -mi madre-, estuve enojada un tiempo pero se me pasó. Cuando nacieron mis hijos varones supe que ese sí sería un amor para siempre, de por vida. Y lo es. No se trata de ya no me quiere. Es otra cosa. La primera infancia tuvo para nosotros una intensidad densa y secreta; íntima y poderosa que raramente se pueda racionalizar. Leí a Freud, a otros y llevo muchos años de análisis, pero sobre todo sé de todo lo que puede el amor por los hijos. La carga erótica de ese amor es innegable, y eso cuando las chicas aman a su padre con descaro frente a mí, es celos .
Al crecer; el amor entre juan y yo fue tomando diversos modos de expresión, quizá uno de los más intensos fue el de saber los dos cúantas cosas amamos juntos: a los otros amores de nuestros días, la música, la vida, la comida rica, el recuerdo de lo que tuvimos cuando estaba Martín.
Ahora empieza otra etapa, otro momento. Juan está correteando en el jardín de las delicias con Irina -y serán otras-, pero no lo espero en la puerta. De ese jardín no se sale de la mano de la mamá.

13 comentarios:

Reina dijo...

cynthia,supongo que no siempre las cosas se sienten igual. Aunque te parezca ridículo, y quizá no llegué a poder expresarlo, es que me hace muy feliz verlo a él feliz. Y a la vez, hay algo perdido entre nosotros para siempre que me entristece, ese amor, seguro irá tomando con el tiempo otra forma, igualmente potente espero. Lo que me sorprendio fue que me sucediera...eso fue. Tan distinto a ese momento con mi primera hija, tan distinto al 'dejarnos' que te deja la muerte...Y algo que rondaba lo pude escribir de un tirón gracias a puntapié inicial de daisy, imaginándola en la puerta del jardín. Besá y abrazá y disfrutá del amor impudico de tus hijos todo lo que puedas!!!!!
beso y gracias.
d

Vivi Briongos dijo...

Gracias por ésto Daniela.
También yo te voy a recordar siempre... Sólo que yo ya me la estoy viendo venir, y como el mío es tan pequeño, no lo he charlado con nadie... Sólo con mi terapeuta muy por arriba.
Y sí que lo expresaste, lo de que te hace felíz verlo feliz, sólo que el resto es tan fuerte que las madres de hijos varones parece que vemos ese dolor solamente...
Qué bueno que puedas verlo así, o mejor dicho, sacarlo acá, impresionante...
Gracias por compartirlo.

Beso.

Verónica Sukaczer dijo...

Es muy raro que yo llore. Yo puteo. Pero ahora estoy lloriqueando (digamos que no llegan a caer las lágrimas, que es un breve humedecerse de los ojos) luego de este post que tocó cada fibra de mi maternidad. Como madre de varones (y teniendo en cuenta que no quiero tener más hijos), supe desde el día en que los ví por primera vez, que ese contacto no sería para siempre. Y me escudé en el humor: "de todas las chicas, seguro los míos van a elegir a la que no me guste". Y lo sé, no me gustará al comienzo, y tendremos que aprender a querernos, o no, de alguna manera. Lo veo en mi suegra, desesperada por mantener algún vínculo con su único hijo varón que me llevé yo. Una vez, en medio de una discusión, me lo dijo directamente: "te dí lo único que tenía". Yo sé que nunca diré eso, Freud mediante, pero seguro lo sentiré. Sentiré que alguien se lleva algo que era mío, que yo cuidé, crié, amé, curé. Y aunque de ese jardín, como vos decís, no se regresa de la mano de mamá, yo voy a necesitar, sin dudarlo, un tiempo de adaptación. Que la primera vez se vaya media hora con ella, y vuelva a mí. Al día siguiente una hora. Hasta que algún día pueda quedarme en casa, con mis cosas, y verlo a él partir sin mandarlo a la p que lo p, que en definitiva, soy yo.
Gracias por tu post.

Vivi Briongos dijo...

Buenísimo el comentario de Verónica!!!! Adhiero con lo de la adaptación!

Reina dijo...

vero, la adaptación la vamos haciendo (sin siquiera registrarla) en todos esos otros momentos. Porque el jardin delicioso es un corte de una. Un abrupto y necesario distanciarse...emocionalmente (no es `ella`, ni es que estè o no en la casa...). Es un sentimiento tan raro de pèrdida el que tengo que ojalà lo pueda expresar bien. buuuh,yo inundo el divàn de mi analista. lo juro.

marina k dijo...

Yo estoy recontra lejos de ser madre... y ahora ni siquiera soy novia de nadie, pero este post me pareció increíblemente fuerte como fuertes deben ser las vivencias de tu hijo juan.
saludos
lm

Anónimo dijo...

Qué raro, Daniela... Mi post te dio pie a vos para escribir el tuyo, y el tuyo casi me da pie a mí para otro. Siempre quise que mi primer hijo fuera mujer (no me pregunten por qué, no lo sé). Mi marido es feliz rodeado de mujeres, así que también quería una nena. Así que cuando supimos que Bianca era Bianca, todos felices.
Yo quería (imagen de familia tipo mediante) que después viniera un varón, "para que sea pegado a la madre", pensaba, inocentemente, en ese momento. Porque sabía que las mujeres son del padre. Como me dijo una viejita la primera vez que llevé a la nena a la iglesia (Bianca tenía unos pocos días de vida): "¿Tuviste una nena? Ya la perdiste. Es del padre". (Vieja bruja, te odiaré toda mi vida...) Por ahora, parecería que no va a ser así. Pero todo llega...
Ahora que ya soy madre, pienso que me gustaría que el hijo que espero para noviembre sea una nena, porque ya está, porque ya sé cómo es ser madre de nenas, y es más fácil...
Pero tu post, además de hacerme llorar, me dio miedo. Porque me hizo descubrir una razón más fundamental para querer otra nena: evitarme el dolor de esa separación del hijo varón que vos tan bien describiste.
Es cierto que nos vamos adaptando con pequeñas separaciones y pequeños dolores, pero a veces llega alguno que te sacude con una fuerza inesperada...

Anónimo dijo...

(El usuario anónimo del comentario anterior soy yo, Daisy). Oops!

Verónica Sukaczer dijo...

Yo no creo que sea más fácil criar mujeres que varones, ni que las mujeres "se queden con la madre" y los varones desaparezcan. Creo firmemente que cada persona, sin diferencia de sexo, tiene su historia y que de ella dependerá su relación con los padres.
La vida está llena de clichés (¿se escribe así?). "Las nenas son más histéricas". "Los varones no son rencorosos". "Las nenas no saben jugar solas". "Los varones no te necesitan". Y no es así. Aunque no habrá forma de convencerme de que las nenas no son más histéricas :-)
Pero... yo vengo de una familia de mujeres, y soy la menor de tres hermanas. Por motivos que no vienen al caso, todas nos alejamos e incluso alguna casi no mantiene relación con mis viejos. Veo en muchísimos casos que las hijas mujeres arrastran años de resentimiento en la relación con sus madres, y que esto lleva a que se alejen en la adultez. En cambio, veo que la relación hijo-madre, aunque no sea de tanta complicidad, es más sana. Tal vez, análisis gratuito de por medio, porque no tuvieron que sufrir los celos, la competencia, la envidia entre mujeres. Así que yo estoy feliz con mis hombres, y de verdad no siento la necesidad de tener una hija. Crío a mis chicos, con total honestidad, para que el día de mañana hagan su vida, aunque me duela. Sé que no son míos, aunque lo sienta. Y de la relación que hoy haga con ellos dependerá de si seremos cercanos o no, de si me contarán sus cosas o no. Dependerá también de si son tímidos o expresivos, cerrados o efusivos. Y eso vale tanto para la mujer como para el hombre. Tal vez en la adolescencia el varón sea menos cómplice o se aleje de la madre para asumirse como hombre, pero creo que tendríamos que volver a hablar del tema dentro de 10 años. Espero que nos dure el blog :-)

Reina dijo...

chicas, probablemente cada una sólo pueda siempre hablar de su propia experiencia, de "lo que le pasa". Yo estoy feliz con que mis hijos crezcan y por supu con que sean felices (varones y mujeres) y sin embargo ésto que escribo es sobre mí misma. Sobre mi propio transcurrir como madre, como mujer... me costó mucho reconocer lo que me estaba pasando, darme cuenta. Estoy contenta con haber podido encontrar-me con un penita que no sabía bien de donde me venía pero bueno. No es grave, salvo que 'ella' le trajo ayer una torta porque me dice 'Juan está muy flaco'....A MI??????

Anónimo dijo...

daniela,
llegué a tu blog por otros blogs (amigas de amigas, supongo) y no sé quien sos. Pero tu post del "otro jardin" me lleno de emocion. Tengo un hijo varon que tiene apenas un año y medio y todavia lejos estamos de la separacion: mas bien todo lo contrario, sus besos babosos a veces me dan pudor pero debo reconocer que no puedo resistirme. Gracias por hablar de eso y de lo que vendra con tanta sinceridad; me ayudara a prever lo que viene y a amarlo ahora para que un dia sepa amar a la pesona elegida con todo el amor... del mundo.
Gracias denuevo!
Melisa

JB dijo...

yo lloré por martín, porque no conozco la historia pero me tocó el corazón, porque de juan no te vas a separar nunca.
yo tengo un hijo varón de 4 con quien me besuqueo a lo loco, mimo y abrazo y no puedo imaginar el momento en el que sea de otra...no soy celosa pero creo que va a ser un duelo. de roberta, bueno, el pequeño terremeto tiene un año y no quiero imaginar tampoco.
parece que somos muchas a las que les tocaste el corazón
saludos,
julieta

Leandro Fernández Miró dijo...

precioso texto