01 mayo, 2007

El nombre del hijo (II)

Ahora que lo pienso, no es casual que la primera entrada la haya publicado un 7 de abril. En esa fecha nació mi abuela materna, Dominga Pascuala. ¿Adivinan por qué se llamó así? Adivinaron: nació un Domingo de Pascua. Ya conté la historia del cambio de mi nombre en el momento del registro. Con mi hermana pasó lo mismo, se iba a llamar Viviana nosé qué más, y terminó siendo Silvia Viviana por esos revires de mi viejo. Mi mamá se enteró de la nueva denominación al ver los documentos.
En la familia de mi esposo las cosas no son del todo mejores. Él y su padre comparten el Luis, uno es Alberto y otro Alejandro, de modo que la única manera de saber a quién corresponde abrir la carta del banco que está rotulada como urgente es comprobando los números de cuenta. Sobreabundan los Luises y Alejandros en la familia de mi esposo. Y la manía extraña de llamar al primer hijo como el padre. Es medio vergonzoso para mí llamar a un pariente y decir: "Hola, soy Graciela, la esposa de Luisito..." Ni qué hablar de estar aclarando constantemente a qué Luis me refiero cuando hablo de un comentario o hecho, siendo que comparto varias actividades con mi suegro es necesario el dato.
La cuestión del nombre tiene mucha tela para cortar, como verán. Siempre está el prurito a los motes o burlas que pueda generar el nombre elegido. Mi amiga estaba embarazada de mellizos. Dos varones. Me mandó un mensajito al celular diciendo que uno de ellos se llamaría Juan Bautista, yo se lo respondí muy contenta y entusiasmada con un chiste sobre perder la cabeza por una Salomé y qué sé yo qué otra huevada. Apenas presioné el YES para enviarlo, me dí cuenta de que podía ofenderse. Y se ofendió. Mucho. Perdón, Paula. Su otro hijo se llama Ignacio. Todos lo llamamos Ignacio, pero quizás de más grande opte por el temido "Nacho". Así como yo me resistí durante mucho tiempo a que relacionen a mi primogénito con un palmípedo para que él hiciera suyo el mote, así de inexorables son las aceptaciones de los apodos ¿no?.
Mi cuñado y su esposa eligen llamar a su hija (primera mujer nacida en esa generación) Olivia. Mandan mail: "Olivia, pero no como la esposa de Popeye, como Olivia". Cuando leímos el mail nos quedamos de una pieza y empezaron a surgir de nuestro inconciente miles de derivaciones de Olivia: Olivia de Havilland, Olivia (libro del FCE), aceite de Olivia, Caleta Olivia, Olivia Newton-John (y Neutron Bomb, por supuesto)...
Un sobrino se llama Marco. Así, sin ese. No es Marcos, es Marco. Marco Sinese. Já.

¿Qué nos pasa a los padres cuando vemos que alguien hace una asociación, un chiste (que no una burla) con el nombre de nuestro hijo, ese nombre que elegimos tan cuidadosamente? Nos pasan muchas cosas, sin dudas, nos da miedo, bronca, duda, ganas de protegerlo del daño que les pueda causar... Ojo, no estoy dando ejemplos de nombres como Fructuoso, Soledad Dolores del Solar, Epaminondas, o cualquier nombre que mueve a la risa de por sí. Nombres normales, por todos conocidos...

Cuando iba a nacer Martín hicimos la consabida listita. Algo le preguntamos a Patricio, pero todavía era muy chico y le daba lo mismo cómo se iba a llamar el intruso. Perdón, el hermano. En esta lista estaban otra vez nombres que ya habían aparecido con la elección anterior (tenía a Iván entre ceja y ceja, ustedes entenderán). Pero también aparecían otros nombres, ahora ligados a personajes, rostros, situaciones. Martín era uno de ellos. Había sido mi alumno en la catequesis de Primera Comunión. Un pibe muy especial, tenaz, creativo. Sus padres eran agnósticos, aún así él insistió en hacer la catequesis. Y tomó la Comunión con todas las de la ley. Años después me lo encontré, no siguió practicando pero nunca se arrepintió de esa pequeña decisión que tomó a los 8 años.
Y Martín fue Martín entonces. Claro que nos faltaba el segundo nombre. No era cuestión de tener un Patricio Andrés y Martín Asecas. De eso veníamos hablando con Patricio una tarde al regreso del jardín cuando compartimos el ascensor con una vecina:
-¡Qué lindo!, ¿vas a tener un hermanito o hermanita?
-Hermano -(Patricio siempre fue de pocas palabras)
-Ah, ¿y cómo se va a llamar?
-Martín, se llama Martín. Pero el apellido no lo sabemos todavía.

5 comentarios:

Verónica Sukaczer dijo...

Mi querida Gragry:
Yo creo que más que decir "qué lindo", o por lo menos "ah... qué bien" cuando te suena espantoso, los de afuera no deben opinar absolutamente nada sobre el nombre que uno elige para su hijo. Nada de nada. Ni aunque te lo pidan (aquí vale poner sonrisa y decir: "lo importante es que a ustedes les guste"). Nada. Lo digo de nuevo: nada. La familia me volvió loca con el nombre que había elegido para el menor, y tanto influyeron, que lo cambié. Y resulta que el nombre hermoso que le puse, para alguien de un comentario de abajo, es nombre de jabón en polvo. Y sí. También es nombre de tapas de inodoros. Mi nombres es una lechería completa. El nombre del mayor, si lo pronunciás a las apuradas, no queda de lo mejor con el apellido. Y los dos tienen un único nombre cortísimo y dos apellidos -tano y ruso- largos. Y al final resulta que cuando los chicos ven su nombre escrito en un negocio, objeto, mercadería, les da cierto orgullo, les resulta gracioso, vienen y te dicen: ¡mirá, como mi nombre!, y siguen felices y radiantes por la vida, sin ningún síntoma de trauma. Así que: nada, nada, nada.

Anónimo dijo...

Estoy buscando un/a psiquiatra, para realizarle una entrevista (solo unas preguntas) para un trabajo escolar de psicologia.
Les agradeceria que se contacten conmigo a la brevedad, para realizar la entrevista por mail o msn: romina.bond@hotmail.com

Muchas Gracias

Romina.

Anónimo dijo...

A mí también me causa problemas que mi marido se llame igual que el padre (sí, también se llama Luis, qué karma!!!). Pero lo peor es que no lo diferencian (entre la familia) diciéndole "Luisito", sino "Yiyi", que es, para mí, lo más espantoso que he oído en bastante tiempo (por más que reconozco que lo llaman así con mucho amor). Así que yo lo llamo "Lu", y listo. Y en cuanto a los nombres de mis hijos... amiga, me has dado material para un post. Próximamente!

Maru CM dijo...

Gragry: Coincido con Vero... mientras el nombre les guste a los progenitores (suena fuerte no???) nadie puede decir nada.
Mi hijo se iba a llamar Bautista, pero mi marido tanto rompió las pelotas con que le sonaba a autista que decidi cambiarlo por otro nombre de la lista, Nicolás.
Creo que cada nombre depende también de la persona para que termine por sentarle bien.
Tenemos sobrinos nuevos con nombres que nosotros no hubiesemos usado ni en pedo, pero sabes que? les queda hermoso y estan todos contentos.
No hay de que preocuparse, al que le guste bien y al que no que se joda.

Anónimo dijo...

Tu hijo tiro una bomba!, y eso fue comida para los cuervos!, ajajajaj!!!!