05 junio, 2008

Verde agua

Mayo anticipó toda la crudeza del invierno en unos pocos días, durante los cuales Julia y Lucía aprovecharon para prender la estufa al máximo, preparar chocolate con leche y tomar la casa como si fueran niñas. Me gusta escucharlas deshacer los años en infinidad de anécdotas que desconozco, eligiendo cuidadosas las piezas del pasado que les cuenta una historia compartida. Me gusta ser testigo del ritual con el que recrean el lazo maltrecho por la distancia. Se toman de la mano, se miran y ese parece ser el modo que encuentran de retornar a la ilusión que de tanto desear se convirtió en recuerdo. Mientras ellas se acomodan para ver una película, yo las observo sentada en mi sillón, ansiosa por adentrarme nuevamente en la novela que tengo entre manos desde anoche. “Verde agua”. Así se llama. Una novela íntima. Tan precisa que a poco de comenzar me hiere, impecable.

“Pienso en mi madre cada vez con mayor frecuencia e intensidad. Las raíces de mi fuerza y de mi capacidad de no rendirme frente a las dificultades se hunden en su amor. La soledad, siempre al acecho incluso en una vida llena de afecto y que hace tres años me develó su rostro de Medusa, encuentra aún en ella su consuelo y su superación. Su amor total y definitivo por mi hermana y por mí es lo más puro e incorruptible que la vida me ha dado”

Pasaron las dos horas de película pero yo continúo exactamente en el mismo lugar. Y una vez más, releo. Sólo un atisbo de concentración y memorizo sin esfuerzo cada palabra de esta insospechada revelación tardía. La descripción exacta del recuerdo que me hubiera gustado ser en mis hijas, guardada en un libro que recién ahora comienzo a leer. No sé cuánto me distancio de ella. No puedo evaluarlo, aunque la sospecha que me detiene a preguntar comienza a hablar por si misma.

3 comentarios:

Gabriela dijo...

Me recuerdas a mi padre, la satisfaccion que le da tenernos juntas en la casa a mi hermana y a mí. En una ocasión por un comentario de su parte pude vislumbrar la manera en que él nos ve a futuro: los nietos ya adolescentes y todos nosotros viviendo en su casa.
Para no arruinar el momento preferí no recordarle que tengo ya un techo dónde inaugurar una nueva vida familiar.

Paty dijo...

Maria,
Te leo y siento una envidia (de la buena). Tienes el don de la palabra, de saber expresar los mas intimos y para algunos apenas perceptibles momentos. Cuando te leo, me encuentro en tus palabras, sin siquiera vivir lo mismo. Apenas comienzo a andar este camino... aun asi, de alguna manera se que me veo en tus historias.
Sigue escribiendo y compartiendonos tus letras!

Maria Lopez dijo...

Gabriela: Muchas gracias por dejar tu comentario. Fuiste muy sabia al no romperle la ilusión a tu papá. Además, nadie sabe las vueltas que puede sar la vida y la sensación de tener un lugar para volver siempre es un refugio, ¿no?.

Paty: ¡Graaaaacias, muchas, muchas! ¡Es hermoso lo que me decís! Me cuesta mucho escribir y comentarios como el tuyo me hacen sentir que vale el esfuerzo. ¡Gracias de nuevo!.