Cuidadosamente elegimos el nombre de nuestro primer hijo. Compré un libro de nombres, marcamos los que nos gustaban, hicimos la listita y fuimos tachando. Había algunas premisas muy claras:
* tenía que pegar con el apellido. Eso dejaba bastantes nombres largos o lindos afuera.
* no debía haber otra persona con el mismo nombre en la familia. Esta era importantísima, si tienen en cuenta que en una reunión mi familia alguien gritara ¡ALEJANDRO! más de la mitad se sentiría aludido. Si, en cambio, el grito fuera ¡LUIS! sólo atendería un 20%.
* tenía que tener un segundo nombre. Esa era medio boba, sabía que el segundo nombre no se usa nunca, pero bue...
Finalmente llegamos a una decisión: Patricio Iván. Así, porque sí. Porque nos gustaban los dos nombres. Luego de elegirlos recordé que yo iba a ser llamada Alejandra Patricia, pero mi padre cambió mi nombre por Graciela Alejandra al anotarme en el Registro Civil. ¿Su justificación? Dijo recordó que cuando empezó a salir con mi mamá ella dijo llamarse Graciela, ser hija del vigilante de la esquina y qué sé yo qué más.
Pero eso no iba a pasar con nuestro hijo. Patricio Iván llevaría ese nombre porque sus padres lo habían elegido con amor, pensándolo, imaginándolo. Estaba decidido. Ese era el nombre del primogénito.
Lo anunciamos a las respectivas familias. No sé quién se dio cuenta. Quizás fuí yo, quizás otro, no lo recuerdo. Fue el principio del fin.
El nombre de Patricio Iván conllevaba un detalle que cobró demasiada importancia: sus iniciales serían P.I.S.
Las familias se dividieron, las opiniones también. Los bandos se enfrentaron con fuertes argumentos. Por un lado estaban los que lo tomaban para el churrete, se sucedían ataques de hilaridad cuando se hablaba de Patricio Iván. Una vecina, embarazada de una nena, Catalina, cuando me veía me preguntaba cómo estaba PIS, y aclaraba que ella estaba esperando a CACA...
Los otros se rasgaban las vestiduras. Pontificaban sobre los profundos daños psicológicos que podría causar al niño en su más temprana época del control esfinteriano. Que las burlas de los compañeros lo harían tímido, retraído y antisocial. Que yo tenía que velar para que no pasara por las terribles pruebas que lo esperaban y que su identidad se vería dañada por la fatídica conjunción de iniciales.
En medio de eso mi panza crecía. Y mi malestar también. Era una prueba piloto de lo que pesarían las opiniones y bromas del entorno. Hasta qué punto invadirían nuestro espacio, nuestra familia, nuestro criterio...
Finalmente, decidimos cortar por lo sano. Basta de molestar con el nombre de mi hijo. No se va a llamar Patricio Iván, porque si así fuera sus opiniones y bromas serían lo que marcaría su crianza, se llamará Patricio Andrés. No jodan más.
Patricio Andrés creció y hoy elige llamarse Pato.
* tenía que pegar con el apellido. Eso dejaba bastantes nombres largos o lindos afuera.
* no debía haber otra persona con el mismo nombre en la familia. Esta era importantísima, si tienen en cuenta que en una reunión mi familia alguien gritara ¡ALEJANDRO! más de la mitad se sentiría aludido. Si, en cambio, el grito fuera ¡LUIS! sólo atendería un 20%.
* tenía que tener un segundo nombre. Esa era medio boba, sabía que el segundo nombre no se usa nunca, pero bue...
Finalmente llegamos a una decisión: Patricio Iván. Así, porque sí. Porque nos gustaban los dos nombres. Luego de elegirlos recordé que yo iba a ser llamada Alejandra Patricia, pero mi padre cambió mi nombre por Graciela Alejandra al anotarme en el Registro Civil. ¿Su justificación? Dijo recordó que cuando empezó a salir con mi mamá ella dijo llamarse Graciela, ser hija del vigilante de la esquina y qué sé yo qué más.
Pero eso no iba a pasar con nuestro hijo. Patricio Iván llevaría ese nombre porque sus padres lo habían elegido con amor, pensándolo, imaginándolo. Estaba decidido. Ese era el nombre del primogénito.
Lo anunciamos a las respectivas familias. No sé quién se dio cuenta. Quizás fuí yo, quizás otro, no lo recuerdo. Fue el principio del fin.
El nombre de Patricio Iván conllevaba un detalle que cobró demasiada importancia: sus iniciales serían P.I.S.
Las familias se dividieron, las opiniones también. Los bandos se enfrentaron con fuertes argumentos. Por un lado estaban los que lo tomaban para el churrete, se sucedían ataques de hilaridad cuando se hablaba de Patricio Iván. Una vecina, embarazada de una nena, Catalina, cuando me veía me preguntaba cómo estaba PIS, y aclaraba que ella estaba esperando a CACA...
Los otros se rasgaban las vestiduras. Pontificaban sobre los profundos daños psicológicos que podría causar al niño en su más temprana época del control esfinteriano. Que las burlas de los compañeros lo harían tímido, retraído y antisocial. Que yo tenía que velar para que no pasara por las terribles pruebas que lo esperaban y que su identidad se vería dañada por la fatídica conjunción de iniciales.
En medio de eso mi panza crecía. Y mi malestar también. Era una prueba piloto de lo que pesarían las opiniones y bromas del entorno. Hasta qué punto invadirían nuestro espacio, nuestra familia, nuestro criterio...
Finalmente, decidimos cortar por lo sano. Basta de molestar con el nombre de mi hijo. No se va a llamar Patricio Iván, porque si así fuera sus opiniones y bromas serían lo que marcaría su crianza, se llamará Patricio Andrés. No jodan más.
Patricio Andrés creció y hoy elige llamarse Pato.
5 comentarios:
Tema importante y grosso el de los nombres. Igual Patricio Andrés es (a mi entender) mucho más lindo que Patricio Iván, no?
Ya nos acostumbramos a Patricio Andrés y no extrañamos el cambio.
Este hijo que ronca acompasadamente es Patricio Andrés, Patricio Iván hubiera sido otro ;)
Adhiero a las opiniones familiares con lo de las profundas huellas psicológicas. Imaginate que el día de mañana se quiere hacer ese cinturón tipo cowboy, con las iniciales, y sale orgulloso con su PIS en la cintura. No va.
A mí, las opiniones familiares, directamente me valieron el nombre de mi hijo menor. No aguanté la presión y lo cambié de raíz.
No me preocupaba el cinturón cowboy. Siempre podía elegir obviar su segundo nombre y poner PSF, el pibe tiene dos apellidos ;)
A nosotros nos pasó así: esperando gemelos teníamos decidido un nombre: Julián, despues de muchas vueltas, el segundo parecía ser "Ariel", hasta que una amiga me dijo ... le vas a poner nombre de Jabón en polvo?"
Cagamo; nunca más pude pensar en Ariel como persona...
Elegir dos nombres a la vez para dos hijos distintos también tiene sus bemoles (si uno es largo y otro corto, si suenan parecido (juan y julian por ej) si, si , si ... lo mismo pero dos veces!
Al final, tenemos un Julian y un Manuel...
Y... Pato ahora en vez de PIS, suena PAS (paz)
Buenísimo, no?
Publicar un comentario