14 enero, 2006

En el auto, su prima le saca a Juan ésta foto. Ella se la manda desde su máquina a la compu y desde ahí me la envía él a mí. Es mediodía y la luz apenas parece estar despuntando, ¿no?. Curiosamente es él quién va dando indicaciones a sus tíos de cómo llegar a tal o cual lugar, se orienta muy rápido y es mandón. Las primas mujeres son ligeramente menores y están cuasi enamoradas de mi hijito...
La comunicación entre un adolescente varón y su madre suele ser bastante acotada, sobre todo si como nosotros dos, somos de poco hablar. Igual estos días fueron muy intensos para sus años, el estar full-time con sus tíos varones, le abrió el universo de esa cosa de masculinidad gregaria que no es precisamente el gineceo doméstico. Siempre disfruté mucho de mis amigos y los amigos de mis hermanos, de los varones y sus asuntos. Disfruté con gran curiosidad, con intriga, con ganas de saber cómo son.
Le hago estos dos comentarios (el de los primos encantados y el de qué distinto es tener hijos que hijas) al dueño de casa, padre de niñas: me cuenta como quien se desnuda que sus hijas lo han enamorado con una furia incontrolable, con cada una sucede otra vez. Que así sabe que puede amar a más de una mujer, y que sólo desde entonces tiene la certeza de que puede ser el tipo más pelotudo del mundo con total tranquilidad: se sabe profundamente amado por ellas. Me conmueve. Es gracioso verlo pedir "no le cuentes a nadie" -cosa que juro, y ya ven!- "las amo tanto, tanto que a veces cuando duermen me acerco y no lo puedo creer, ese abandono, esos cuerpitos despatarrados y los cachetes pidiendo a gritos "comeme", "me he vuelto salvaje desde que soy padre de estas niñas: creo que me siento de verdad un hombre".
Me río. Le digo que alguna vez inventé una teoría rara: pero que Lucía y Laura, con ese amor loco que su padre les corresponde ciegamente, son capaces de llevarme a mí y al mundo entero por delante. El amor de un padre a una hija mujer, ese amor incondicional y que sabe resignarse cuando llega el momento, las hace poderosas, libres, seguras, bellas....Los varones con quienes las madres también tenemos esa clase de amor, igual de amoroso pero distinto, si es correspondido hace de ellos varones sensibles y sutiles; de esos que suelen ser complacientes y con ganas de vernos satisfechas...Juan y Martín fueron hasta los seis años el compendio del edipo. Puedo acordarme de sus manitos metiéndose por debajo de mi ropa ,cuando los hacía upa a eso de los tres años, y acariciándome se iban durmiendo.
No me resulta interiormente fácil dejar a Juan crecer del todo, imaginarlo ya dentro de poco pensando en otra/s... Mi hermano se ríe casi hasta descostillarse.

Cuando termino de decirle eso, me dice que me mandó más fotos por email. Una que le saqué el otro día a la mañana cuando cansada de buscar dónde miercoles se había metido lo encontré hablando secretitos con otro de los muchachos en el cuarto de las nenas...y él jugando con la compu barbie.
Y la otra sacada hace casi seis años, de mis gemelos entonces , jugando un verano en este mismo parque que hoy está tan helado.












1 comentario:

Verónica Sukaczer dijo...

Nunca sabré lo que es criar niñas (cerré la fábrica, aunque aún están las máquinas en funcionamiento :-), y admito que les tengo poca paciencia a la histeria femenina de mis sobrinas (sobre todo porque sé que no son mías). Así que viviré con el Edipo desatado de mis varones y qué le vamos a hacer... me encanta. Vengo de una familia de mujeres (hermanas, tías, primas) y ser de pronto la reina de mi hogar... ¡me encanta!