13 enero, 2006

Claro que me acuerdo



En sus últimos años, mi bobe Rosi siempre me preguntaba si la recordaría. Pregunta de vieja, le decía yo y bromeaba que no, que al día siguiente de repartirnos su herencia, nos preguntaríamos, mirando alguna foto, quién era esa mujer.
Quise a mi bobe como sólo se ama a una abuela. Aún hoy puedo recordar su olor, la tibieza de su piel, su candor, sus erres rusas. Pasé días, tardes, veranos, vacaciones con ella. Era una de esas abuelas que pelan las uvas y quitan los carozos, que cocinan panqueques, que exprimen naranjas, que te esperan con la comida que te gusta, que te llevan hasta la plaza cinco cuadras con patines, que te compran la revista que te gusta, que te cuentan cuentos, que te enseñan a jugar a la canasta.
De todas las muertes familiares que he vivido, la de ella es la que aún más me pesa. A veces me descubro pensando que tengo que ir a visitarla, que mis hijos querrán conocerla. Y entonces le digo, porque sueño con ella varias veces a la semana que sí, que la recuerdo, que cómo podría olvidarla.

La de la foto en color soy yo, lista para ir al Bar Mitzvá de mi sobrino mayor. La de la foto en blanco y negro es mi bobe Rosi, por supuesto, saliendo de la sinagoga el día en que mis padres se casaron.
Cuando llegó el momento de pensar qué ponerme para la fiesta de mi sobrino, no lo dudé, bajé la caja donde mi abuela guardaba sus vestidos "antiguos", y busqué y me probé. Ahora que está de moda cierta onda retro, el que elegí parecía hecho para mí. Sólo le quité las mangas y lo achiqué. Incluso usé la carterita que lleva mi abuela en la foto. Lo primero que me dijo mi mamá, cuando le conté mi decisión, es que estaba loca. Lo entendí. Para ella era el vestido de su mamá, el que usó hacía 42 años, ¿cómo traspasar ese vestido de un recuerdo a uno nuevo?.
De todos modos mantuve mi palabra y la mantuve en secreto. Cuando mis hermanas y mis tías me vieron, el vestido les "sonaba". Luego no podían creer que me hubiera animado a usarlo, y que quedara tan bien, que pareciera tan moderno.
Yo bromeé con que mi abuela haría acto de presencia a través de su vestido. Que todos estuvieran alertas por si me cambiaba la voz y decía algo fuera de época.
De alguna manera, no puedo negarlo, siento que la llevé conmigo. A mi abuela.
Y cómo me hubiera gustado decirle: "mirá bobe, ¡me puse tu vestido"!.

8 comentarios:

Reina dijo...

Vero, mirá que yo soy bien agnóstica pero te juro que te vió, te lo aseguro!!!!. Están hermosas!!

Rain dijo...

Seguramente ella estuvo y está con vos.
Y de seguro va a estar siempre.
Saludos.

La Profuga dijo...

que lindo esto de poder usar la misma ropa q alguna vez uso no??..eso es como un recuerdo increible y si creo q a ella le hubiera gustado verte..en si te esta viendo
besos

Reina dijo...

vero, les dediqué a vos y a la bobe mi último post de sophro.

Noelia dijo...

vero, morí con este relato. era lo que me faltaba para acompañar la lluvia con un buen llanto. mi abuela era así (sólo que italiana) igual de diosa para todo.

además te digo que el vestido te quedó brutal y estás re diosa.

Anónimo dijo...

la verdad no se como llegue aca, pero me encanto tu relato y es muy cierto.. en mi caso.. yo llore mucho mas la muerte de mi abuela que la de mi padre..

en fin, hasta pronto!

Verónica Sukaczer dijo...

¡¡¡Gracias a todos!!! Me encanta escribir y recibir respuesta. Un ejercicio que en la literatura de libro impreso raramente se da.
Admito que el vestido me hizo sentir una Doris Day. Fue maravilloso poder usarlo. Les aseguro que la tela y la hechura son cosas que ya no se ven hoy en día. Además, esto no salió bien en la foto, pero está todo el pecho bordado con gotas de cristal de roca (y tiene otra hilera en el corte) que tuve que coser una por una para no perderlas. También las lleva la carterita. En la caja de los vestidos "antiguos" están: el vestido de compromiso de mi abuela, el vestido de novia de mi mamá, y el de compromiso, y otros vestidos que usaron para casamientos de esa época. De chica los usaba para disfrazarme. Cuando comencé a ir a fiestas importantes (sobre todo los casamientos de mis hermanas), volví a ellos para buscar algo que me sirviera. Pero la época no ayudaba (no se usaba retro) y yo era más chica e insegura, y no me animé. Así que haber tenido por fin la oportunidad, fue como vivir el final del cuento de hadas. Me tocó la varita del hada y me convertí. Hasta llevé los aros de brillantes de mi abuela (que se los dejó a mi tía, pero me los apropié). Y que ese vestido lo haya usado mi bobe hace 42 años (ella entonces tenía 51 años) fue lo que lo terminó de hacerlo especial. Ojalá tenga otra oportunidad de usarlo.
Cariños a todos
P.D: Dani, a vos te respondo en tu blog.

Vivi Briongos dijo...

Me hiciste llorar...

Es que me trajiste a mi abuela que ya no está pero está presente en mí todos los días de mi vida porque ella me contagió los hábitos de la costura y el tejido...

Beso.