15 octubre, 2005

Ser y dejar de ser.

No tengo madre desde los nueve años, es decir: fui tempranamente huérfana. También dejé de serlo tempranamente, cuando nació Lucía y me hizo madre. Su mamá. Es inevitable pensar en lo más mío de ser madre cuando se acerca “el día de la madre”.
Ayer vi en la tele una reunión de madres en Plaza San Martín. Madres de Plaza de Mayo, Madres del Dolor, Madres de Muertos en Malvinas, en Keyvis y en Cromañón, y de algunos grupos más. En algún momento el cronista hace un remanido comentario acerca de la existencia de la palabra huérfano (que nombra al hijo sin madre) y la imposibilidad de nombrar la situación de dolor extremo en que viven éstas mujeres. La música de fondo de la nota y la elección de las imágenes más desgarradoras eran de una tremenda obscenidad.
Alguna vez supe que existe la palabra “huérfano” porque viene de “orfanato”, es decir: cuando el cachorro humano pierde su madre alguien debe suplir ese lugar, no se puede crecer sin cuidado, sin madre o algo parecido. Es curioso, pero la necesidad no es recíproca en este vínculo materno filial. Sólo hay madre si hay hijo. Ninguna sustitución (ni institución ni función) ante esa ausencia. No hay reemplazo posible. El silencio de esa imposibilidad es lo que la nombra. No se es madre sin el hijo. Sin ese hijo. Las que tuvimos más de uno sabemos que, ellos nos hicieron madre ´de nuevo´ cada vez, que cada vez es como una devirgación original. “soy la madre de fulano, la madre de mengano, y la madre de zutana”. Y sin embargo seguimos siendo una sola persona. Es así y es raro.
Martín-el de la foto de más abajo- sería igual a su gemelo Juan –el de la foto de pirámide- si siguiera vivo. Murió en un accidente. Entonces supe que cuando un hijo se muere, esa particular condición del ser madre se pierde en la misma y exacta medida de la ausencia del hijo. Desde ese instante, queda para una, la viva, un abismo silente y oscuro, hay una falta donde antes había una completud y una palabra. Queda la memoria de esa mutación emocional primera (de ese parto), su huella, su marca. Y sobre ella la sutura de una sepultura emocional también única.
Ya algo no se es para siempre. En algún momento supe que me quedaba por delante una tarea dolorosa pero increíblemente necesaria: sepultar esa maternidad junto con ese hijo. No podía dejarla insepulta, porque estaba ya muerta y un cadáver hiede, horroriza, espanta. Por eso, también, la gente huye de esos espectros. Es sano no dejarlos dando vueltas. Pero sano no es menos terrible, si más íntimo.
Algunos hijos mueren en accidentes, en tragedias, mueren sin sentido, y es algo insoportablemente injusto. Y no hay justicia posible. Porque la única sería tenerlos vivos, y eso no va a pasar. Nada de eso puede ser recobrado. Solo cuando se silencia un poco la ira, queda al descubierto el agujero, la cesura, el tajo donde sepultar lo que fue. Y llorar sobre esa tumba de dos hasta que lo que quede sea sólo lo que hay.
Mañana festejo ser la madre de Lu, de Juan y de Laura, y soy por eso increíblemente feliz. De la madre de Martín, esa que fui con él, me queda el recuerdo, la memoria en latido. Recuerdo en su origen está enlazado a corazón y a despertar. Me gusta todo eso más que la piedad.
¡¡¡¡FELIZ DIA PARA TODAS!!!!

4 comentarios:

Maria dijo...

Me encantó leer ésto.
Que tengas un hermoso día.
Feliz día de la Madre para todas las madres que lean éste blog !!!

Un beso

marfade dijo...

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Gragry dijo...

Daniela, me dejaste sin palabras, para adentro, rumiando mis miedos, mis amores...
No imagino un trabajo tan íntimo, tan solitario ni tan doloroso como el de dejar de ser madre.
Sin dudas esa pérdida resignificó en mucho tu relación con tus otros hijos.
Este texto tuyo es muy movilizante para mí. No puedo decir que me gustó leerlo (convoca a muchos fantasmas), aunque es muy bueno, expresás muy bien lo que sentís. Y no provoca piedad, sino un profundo respeto.
Muchas gracias.

m a dijo...

Hay momentos en que se me van las palabras y me inundan los sentimientos. Este es uno.